martes, 31 de agosto de 2010

Capítulo 27

Jacob no tarda en levantarse, bueno sí, sí tarda, pero estuve entretenida hasta entonces. La cocina está especialmente iluminada para nosotros dos: un sol generoso alumbra cada rincón de aquel escenario edificado de mármol y recubierto de soberbia. Le saludo dándole los buenos días.


-¡Cuánto madrugas últimamente!


-Ayer me acosté a la una de la tarde, Jake.

Sonríe y comienza a prepararse el desayuno. No me he olvidado de su día de playa, ni de su compañía, aprovecharé la ocasión ya que estamos solos.

-Ayer… ¿bien?- Mi hermano se encoge de hombros y asiente con una levísima sonrisa- osea que mal.

No!- hace una pausa- No del todo, al menos. Me divertí mucho, apenas pude parar de reír y encima ese acento tan… alemán.

-¿Pero?- él suspira.

-Pero se dedicó a admirar todas y cada una de las tías que iban a surfear.


-Un baboso…

-No, un tío.- Dice bromeando.- Te caería bien.

No se lo niego, al fin y al cabo, procedemos del mismo continente, algo en común debemos de tener: Jacob. Y al igual que con el señorito Müller, aparece el otro chico con el que también tengo en común a Jake.

-Buenos días, Josh.- Saludamos.

-¿Qué hay, familia?


-Qué buen humor traes.- Comenta Jacob.

-Claro, ¿qué queréis? ¡Mañana viene papá!

-¿Mañana?- pregunto confusa- Adrienne dijo la semana que viene.

-Pues yo hablé con él ayer y me dijo que venía mañana. Igual quiere darle una sorpresa.


-¿Y si le damos una sorpresa nosotros a él?

Ambos fijan vista y atención en mí. Jacob lo hace con una pizca de curiosidad, sin embargo Joseph desconfía de mi idea.

-Podríamos ir a esperarle al aeropuerto mañana.

Y ambos hermanos responden a la vez, en perfecta coordinación pero contraria armonía: Jacob lo hace con un exclamativo “yessss” mientras que Joseph pronuncia un rotundo y seco “no”.

-¿Por qué no?- se queja Jacob a su hermano mayor.

-Va a haber demasiada prensa, a papá no le gustaría que fuéramos.

-Yo voy.- Termina Jacob y me mira expectante, creo que Joseph puede tener parte de razón, pero no abandonaré ahora a Jake.

-Yo también.

Pero en el fondo de mí, muy en el fondo, sé que Joseph está actuando correctamente, de hecho, él también lo sabe:

-Es increíble que yo tenga que actuar como hermano mayor aquí.- Dice mirándome con desaprobación.

-Solo eres mayor cuando te conviene ¿no, Josh?- respondo con dureza, recordando con mi mirada el aprieto del que le saqué días atrás, aunque, definitivamente, también le metí… Bueno, él se lo buscó, no tiene sentido sentirme culpable ahora.

Ya que Joseph no parece muy dispuesto a ayudarnos con la sorpresa, Jacob y yo nos ponemos manos a la obra. Decidimos llamarle para averiguar discretamente a qué hora llegará. Discretamente, bueno, eso intenté, pero definitivamente he de aprender a decirlo en el idioma materno de Jake porque parece que no entendió muy bien esa parte… Ponemos mi Iphone en manos libres y llamamos… Contesta al tercer toque.

-Hey! ¿Cómo va?


-Jacob y Melanie al aparato.


-Hola, chicos ¿todo bien?


-¿A qué hora vienes mañana, papá?

Le lanzó una mirada asesina a Jacob, se ha apresurado demasiado y papá pilla las cosas al vuelo. Vamos a redondear su pregunta:

-Es que Joseph nos ha dicho que venías mañana y Adrienne que volvías el sábado que viene, estamos confusos.


-Llegaré mañana sobre las 8 al aeropuerto de Los Ángeles.


-Ni una palabra a mamá ¿no?- Intuye Jacob.

-Exacto.


-Solo queríamos asegurarnos de que Jacob no la cague, ya sabes cómo es…


-Eyyy, que el tonto de la familia es Joseph ¿verdad papá?


-La tontería corre por nuestras venas, chicos.


-Me voy a cambiar de familia, en serio. –Dice Jacob mirándome con los ojos entrecerrados, desaprobando mi carcajada.

Intento alargar la conversación un poco más para que no parezca que ya tenemos lo que queremos. Y por fin, nos ponemos manos a la obra. Obviamente no podemos pedir a Samy que nos lleve, porque Adrienne sospecharía o, al menos, se preocuparía de que su Jacob saliese tan temprano conmigo. Finalmente decidimos alquilar un coche, Jacob surfea por Internet expertamente en busca de alguno adecuado. Le observo desde la cama cuando me percato de un nuevo brillo en sus ojos, señal de que ha encontrado algo.

-¿Lo tienes?


-¿Cuánto dinero te queda en la tarjeta?

domingo, 29 de agosto de 2010

Capítulo 26

Al examen me han acompañado los dos hermanos. Me introdujeron en un aula junto a diez personas más, todas mayores que yo. Cuando me repartieron el examen pensé que se trataba de una broma, pero ya me estoy centrando un poco. Parece un examen para conceder la nacionalidad estadounidense y no para entrar a la universidad, y si no, atención a algunas de las preguntas: todas relacionadas con la historia nacional como me advirtió Joseph, escribir una redacción sobre un tema a gusto del consumidor (esta se me va a dar bien) la peor pregunta es la última: coloque los siguientes nombres en su lugar correspondiente en el mapa anexo. ¿Cómo se nos pudo pasar anoche localizar los distintos Estados en un maldito mapa? Si por lo menos fueran los diez que sabe localizar todo el mundo (CA, Nueva York, Florida, Washington…) pero no: Iowa, Nevada, Montana, Ohio… Por el amor de Dios, ni si quiera sus propios habitantes podrían localizarlos. Esa pregunta la dejé para el final y decido, finalmente y en un intento a la desesperada, localizarlas mediante el último método CASI- eficaz del estudiante: el pito-pito.


Se acabó, por fin, tras tres largas y duras horas, vuelvo a ver la luz cegadora del sol, voy en busca de Joseph y Jacob. Es curioso, los encuentro sentados cada uno en un banco de la entrada del edificio. Jacob se encuentra con las piernas cruzadas encima del banco leyendo un libro de Terry Pratchet que le recomendé, bañado por completo de sol, no parece molestarle, al contrario de lo que me ocurriría a mí, de hecho, parece disfrutar con la luz solar; Joseph, por su parte, está sentado en un banco enfrente de su hermano, pero a la sombra, tiene los brazos cruzados y la cabeza echada ligeramente hacia atrás, con las gafas de sol puestas para disimular que está dormido, una pizca de agradecimiento se levanta en mí al mirar a este último, ninguno de nosotros dos durmió anoche y decidió venir a pesar del cansancio.

Jacob levanta la vista del libro, mi mirada ha sido como una llamada para él, en dos pasos está conmigo preguntándome cómo me ha ido, pero no pienso contarlo dos veces, así que llamo también a Joseph, creo que mi profesor merece saber cómo me ha ido antes que nadie.

Les comento que, desde un punto de vista general y objetivo, mi examen debería estar aprobado, pero también he tenido muchos fallos, para empezar, mi inglés, es demasiado coloquial como para escribir una redacción formal, pero ese no es el peor de los errores, lo auténticamente desastroso ha sido la geografía del país.

Llamamos de nuevo a Samy para que venga a recogernos, apenas tarda veinte minutos, volvemos a casa. Siento un nudo en la garganta cuando, al pasar por la casa de Zack, lo veo todo tan… ¿tan qué? Cerrado no, Zack dejó algunas ventanas abiertas para que entrara la luz; soso tampoco, sigue tal y como cuando estaba él; vacío, sí, esa es la palabra.

Al llegar a casa me encierro en mi habitación y me quedo dormida, sin comer, sin hablar con nadie y, lo más importante, sin prestarle atención a las dos llamadas de Zack que recibí durante mi larga estancia en estado REM. Algo que no ocurrió la tercera vez, me sobresalté y me dirigí con urgencia al Iphone, todo está oscuro y supongo que el resto del mundo estará durmiendo, a excepción de los que estén al otro lado del charco, claro. Desconecto la melodía aceptando la llamada.

Hola!-susurro. Maldita sea, mi voz suena con una urgencia infinita, como si necesitara esa llamada más que cualquier otra cosa en el mundo, he de aprender a calmar esta parte de mí que me hace ser tan irracional.

-¡Melanie!- a él le pasa lo mismo y no lo disimula mucho mejor- Te he llamado antes.

-Sí, lo sé, pero estaba dormida, no dormí la noche que te fuiste me quedé estudiando con… -freno- …migo misma.

Pero Zack no es ningún idiota, sabe en seguida con quién estuve estudiando.

-No entiendo por qué me lo escondes, Mel, no voy a ir a pegarle cada vez que lo nombres, tranquila.


-Ya, pero tu cara cambia de expresión cuando lo nombro.


-Ahora no me estás viendo.

Me deja totalmente cortada, sin saber qué decirle, con pocas personas me pasa eso. El problema es que su frase me ha hecho pensar… cuando vuelva a verle ¿seguiré sabiendo leer sus expresiones tan bien como ahora?

-Tengo hambre.- Digo, no porque esté intentando evitar la conversación, sino, porque simplemente, a veces pienso en voz alta.

-Pues… ves a la cocina y prepárate algo ¿qué hora es allí?


-No sé…- me acerco al reloj de la mesilla- ¡Vaya! Las tres de la madrugada.


-Aquí son las doce.


-Pues a mí me apetece pasta.

Zack se ríe.

-Desde que llegaste tu metabolismo ha experimentado demasiados cambios, deberías imponerte una rutina, Melanie, o adelgazarás y engordarás demasiado bruscamente como para controlarlo.

-Con toda esa palabrería ¿me querías decir: “Melanie, hazte una ensalada y duérmete a tu hora”?

-No quería decir…- se queda callado un rato, pensando, supongo.- Te echo de menos.

Yo había llegado a la cocina instantes antes, y estaba buscando un recipiente para poner la pasta a hervir, pero esa muestra de cariño contenido me ha hecho perder la concentración y he provocado un bonito estruendo en la cocina a base de cacharros.

-¿Qué ha sido eso?


-Estoy torpe y encima me distraes.

-No mientas, te encanta esto.- Demasiado. Suspiro.- Te dejo que comas tranquila.

-No, no cuelgues- otra vez esa maldita nota de desesperación en la voz, Zack parece satisfecho, casi puedo notar como una sonrisa se apodera de su rostro en la distancia.

Disfruto de su compañía durante toda mi sesión de alimentación, me cuenta cómo le ha ido el primer día, lo que ha hecho, a dónde ha ido y hasta como es su habitación del hotel (me comentó que le daba escalofríos y no pude evitar preguntarle el porqué), también yo le comento la experiencia con mi primer examen en América. Dan las cinco de la mañana y todavía seguimos al teléfono, no tardo en hacérselo saber. Él no parece muy sorprendido.

-Cierto, parecemos dos adolescentes.


-Emmm, habla en singular, yo lo soy, no lo parezco.


-¿En serio? ¿Qué edad tienes?


-17.


-Eres menor de edad…- susurra, eso sí parece haberle sorprendido.

-Me quedan pocos meses…


-En fin, Mel, creo que ya es muy tarde, me voy a la cama. No desayunes o explotarás.


-Puedes dormir tranquilo, no pensaba hacerlo. Pásalo bien.


-Lo haré.

Fin. Así acaba nuestra conversación. Le he notado algo extraño cuando he mencionado mi edad, es irónico que, a pesar de todo el tiempo que hemos pasado, algo tan banal como mi edad no lo supiera. No voy a preocuparme por eso de momento: son las cinco de la mañana y acabo de desayunar una ensalada de pasta, si tuviera que preocuparme por algo, este motivo sería el por qué mi vida va al revés. Me encojo de hombros, “el jetlag” susurro, mi problema principal ahora mismo es qué hacer hasta tener compañía. Esto en España no era un problema, me gustaba estar sola, pasar tiempo con mis pensamientos, ellos y yo, a solas; ahora que me encuentro con estos en la sombría cocina tengo miedo, hemos pasado demasiado tiempo sin hablarnos… Y es que he llegado a un punto en el que necesito estar rodeada constantemente, sé que suena egoísta pero necesito a alguien a mi alrededor para sentirme segura.