viernes, 30 de julio de 2010

Capítulo 25

A las doce de la noche llegó Jacob, Joseph a la una. Son las tres de la madrugada y no puedo dormir, no he comido desde este medio día y estoy hambrienta pero algo me impide levantarme, una fuerza que me grita lo mala persona que soy empuja mi pecho hacia la cama, me giro. El reloj de la mesilla me devuelve la mirada, es increíble como mueren los segundos, avanzan ajenos a su poder y es que, de todos los elementos de este mundo, el tiempo es el más poderoso: solo él tiene el poder de hacerte olvidar y ser olvidado. Trago saliva. Han muerto ya tres minutos desde que lo estoy mirando. Se acabó, he tardado toda una tarde en decidirme, pero quiero despedirme de Zack como es debido.

Me planto unos shorts rojos y una sudadera cinco tallas más grandes cuyo estampado da a entender lo mucho que me gusta NY, probablemente no sea lo más apropiado para pedir perdón pero es lo que más a mano tenía.

Me adentro en la urbanización de lujo abandonando el calor de mi cama. Es una noche fría, hundo mis manos en los bolsillos de la sudadera, es fácil distinguir el camino porque la casa de Zack es la única que tiene las luces encendidas, además en la puerta hay un coche con el maletero al descubierto, una sombra deposita una maleta con poco cuidado, no se trata de Zack, no solo por el poco cariño depositado en su acción sino porque la silueta no me encaja. Me acerco y no tardo en percatarme de que se trata de su compañero Jack.

-Hola- susurro, hay tal nivel de silencio en la calle que no quiero ser yo la que rompa la magia. Jack se sobresalta y me mira asustado.

-Joder…- pone su mano en el pecho y comienza a respirar al ritmo adecuado- ¿Qué tal?

-Venía a ver a Zack.- El chico asiente.

-Está arriba.

Le doy las gracias y me adentro en la casa de Zack. Lo encuentro en una de las habitaciones, de espaldas a la puerta, entro en silencio y repito la operación que antes ha asustado a Jack. Pero no, Zack no se asusta, baja la cabeza y se gira lentamente hacia mí, cerrando la puerta del armario. Me dedica una sonrisa triste.

-Al final has venido.


-¿Sabías que lo haría?

-No…-hace una larga pausa durante la cual aprovecha para tragar saliva- pero lo deseaba.

-Te hablé mal ayer, Zack.


-Yo te pedí algo muy tonto, en el fondo, ambos nos equivocamos ayer.


-¿Estamos en paz, entonces?


-Claro.

Muy bien Melanie, podría haberme ahorrado toda una tarde de tormentos si hubiera hecho esto mismo horas antes y no a escasos treinta minutos de los cuales Zack deberá decir adiós a su casa. Alguno de los dos debería decir algo, nos estamos quedando muy callados…

-Oye Zack… he estado pensando.- No quiero decirlo porque en el fondo no quiero recibir una respuesta, pero es lo mejor para quedarme tranquila todo este tiempo- si durante los meses que estés fuera te arrepientes de lo que ha pasado…- Creo que no hace falta decir más.

-Eres…- sonríe como siempre y me mira a los ojos, confío en que algún día termine la frase- Mel, pueden pasar muchas cosas en estos días- sigue riéndose ¿de mí?- puede que paralicen todos los vuelos del país y no me dejen volver, o que la mafia rusa rapte a Jack y tenga que ir a rescatarlo, pero que me arrepienta de esto…- Sacude la cabeza y con el movimiento consigue quitarse de encima el pensamiento que yo misma le había lanzado. Me cruzo de brazos.

-No sería necesario que rescataras a Jack… quizá así no volviera a interrumpir y…- me calla sellándome los labios con un beso, realmente lo estaba necesitando porque no sabía cómo continuar mi frase.

Es un beso bestial regido por la urgencia del momento, podría decir que hasta un tanto brutal, algo nunca visto en Zack. Con la furia, caemos sobre la cama. Sé lo que viene ahora, o lo sabría, pero de repente mis besos no son correspondidos y el cuerpo de Zack se tensa. Me mira con el semblante muy serio.

-Maldita sea, Melanie- resulto petrificada por aquel extraño momento preguntándome qué he hecho o dicho mal, Zack se derrumba y cae sobre mi pecho- ¿por qué no se te ha ocurrido venir antes?

Suspiro aliviada, así que era eso… miro el reloj, quedan apenas quince minutos. Sonrío, Zack tira de mí para levantarme.

-Bueno… así tengo un motivo para hacerte volver ¿no crees?

Empieza a reírse.

-Tienes más de uno.

El huracán que me había perseguido durante todo el día desde la cena ha desaparecido, después de desatar la tormenta con Zack. Me siento tranquila, ni siquiera triste, ha sido una completa liberación esa última conversación con él. El coche se aleja de espaldas a mí, sigo oyendo el contacto de los neumáticos con el asfalto mientras encajo la llave en la cerradura de la puerta principal, en el otro bolsillo, me he guardado la llave que guarda la vida de Zack, ha insistido en que me quede sus llaves por si necesito la casa, aun así no creo que nunca me aventure a entrar yo sola.

Comienzo un paseo hasta mi habitación sigilosamente, pero oigo ruidos en la cocina y el intruso no tarda en darse a conocer al oír mis pasos también, supongo. Joseph lleva un vaso de agua en la mano y parece aliviado al comprobar que se trata de mi persona.

-Siento haberte asustado.- Me dice susurrando, como si el resto de habitantes de la casa pudieran oírnos están a escasos metros sobre nosotros, pero probablemente ambos se encuentren en el séptimo cielo. Esa frase debería haberla pronunciado yo, pero no importa sería una discusión innecesaria, me siento demasiado bien como para discutir o contradecir.

-Tranquilo.


-Melanie.- Me llama cuando estaba dispuesta a continuar mi ascenso hasta mi cama.- ¿Estabas con él, no?

¿Desde cuándo le importa a Joseph dónde ando yo? Por un momento siento la tentación de contestarle que no le importa, pero no tendría sentido esconderle que estaba con “él”. Respondo afirmativamente y él continúa con el interrogatorio.

-¿Lo de esta mañana también tenía que ver con él?

-Sí.

Las preguntas están empezando a molestarme, el cotilla de la familia es Jacob, yo su sustituta pero ¿qué hace Joseph metiéndose en la vida de los demás?

-Y… ¿estás mejor?

-Sí, Joseph, estoy perfectamente ¿a qué viene todo esto?

-Solo me preocupaba, tranquila…- responde de mala gana. Suspiro, no pienso pedirle perdón por haberlo tratado mal, no, no pienso…

-Perdón, estoy muy nerviosa… Mañana tengo el examen de admisión y… se me junta todo.


-¿Qué tal lo llevas?

Tardo en responder, de mi boca iba a salir un inmediato: “bien” pero he intentado recordar todo lo que había estudiado y por mi mente solo han pasado hojas en blanco y cuatro datos muy mal explicados.

-No… no estoy segura…- He terminado por bajar el tono de voz hasta lo inaudible, me avergüenzo de esa respuesta.

-Iré a hacer café.- Dice internándose de nuevo en la cocina.

Joseph me ofrece su ayuda, el primogénito no suele sacar malas notas, aunque tan poco brillantes, tengo entendido que tan solo las matemáticas le superan. Acepto su ayuda agradecida, me vendrá bien repasar.

Cargados de termos con café bajamos al sótano, mi guía en ese laberinto me lleva hasta una sala insonorizada, me pregunto para qué necesitamos la insonorización… ¿piensa matarme y hacerme morir entre terribles sufrimientos?

La sala me sorprende: es un cine, literalmente, aunque con tan solo ocho asientos, pero por lo demás: un cine, con pantalla panorámica incluida, mini bar y potentes altavoces.

Tomamos asientos en dos de las butacas y comienzan las clases.

-Probablemente de lo que más te pregunten sea de historia, historia nacional para ser exactos.- Asiento con la cabeza y abro el primer termo para servirme, dejo el vaso en el suelo y Joseph continúa con su explicación:- La clave está en que hables siempre destacando el papel del país, exagerándolo ¿entiendes? Por ejemplo en la Guerra fría: no seas NADA objetiva, siempre del bando americano y en las Guerras mundiales otro tanto. También estaría bien que te supieras las presidencias más importantes y sus partidos…

Pronto empiezo a notar la voz de Joseph como algo lejano, son las 4 y poco de la madrugada y llevo dos días sin dormir, no consigo concentrarme y Joseph, al terminar su discurso sobre los distintos presidentes me pregunta algo que no consigo entender muy bien, su voz y mis pensamientos comienzan a fundirse, pero el chico insiste volviéndome a preguntar. Es hora de contestar con mis amplios conocimientos.

-Obama es el primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos…- Joseph no responde- ¿verdad?


-Melanie, céntrate.

Me levanto de la cómoda butaca, su abrazo es demasiado tentador como para permanecer despierta toda la noche. Me tomo el vaso entero de café de un trago y tomo aire, me abofeteo suavemente y vuelvo a mirar a Joseph.

-Vamos allá.

Capítulo 24

Al tumbarme en la cama todas las sensaciones se desatan, como si la caja contenedora ya no diese más de sí. Furia y pena se abrazan, sensaciones muy contradictorias que jamás deberían encontrarse. Noto un huracán dentro de mí, en algún momento debería aprender a canalizar todo esto. Eran las 6 de la madrugada y no conseguía dormir, recuerdo que oí como se levantaba cada miembro de la casa y bajaban a desayunar.


Me levanto y entro en el baño. Tengo un aspecto penoso, con ojos rojos e hinchados, para rematar un dolor de cabeza me tortura cual resaca. Suspiro.

-Pareces una jodida yonqui, Melanie.- Le digo al espejo.

Me siento en la tapa del váter y cruzo las piernas. No quiero salir hasta que todos los individuos de la familia hayan salido o estén localizados en sus respectivos lugares y eso evite que me vean. Escucho la puerta principal del garaje, alguno de los hermanos: seguramente Jacob, recuerdo que hoy ha quedado con el chico alemán y es que ambos están ya oficialmente de vacaciones. También se oye a Adrienne cerrar la puerta de su despacho mientras habla con alguien por teléfono. Solo queda Joseph por ser localizado pero la casa está en silencio así que decido aventurarme.

Mal hecho, me lo cruzo en el pasillo de las habitaciones, va descalzo lo que explica que no le haya oído subir. Sin embargo, no pregunta, solo me interroga con la mirada, pero nada más, sigue su camino; agradezco que no quiera entrometerse. He de reconocer que cada hermano tiene sus cosas buenas…

Recojo los apuntes de mi cuarto y salgo de la casa por la puerta principal. Sé que debería estudiar en mi cuarto y sin distracciones ya que mañana he de presentarme al examen de admisión, no estoy segura de aprobarlo, he estudiado suficiente pero hace dos semanas, desde que volví de Nueva York me he dedicado a observar las hojas y cambiarlas de orden para así engañarme a mí misma fingiendo estudiar.

Acabo en un pequeño hueco en “la playa de Hurtintong” que me han dejado muy amablemente el resto de bañistas. No muy lejos se encuentra el grupo de amigos de Zack, los cuales me presentó el día que casi acabo mutilada. Eso me hace pensar… cuando Zack no esté ¿quién me queda aquí? Quiero decir, está claro que tengo a mi hermano pero ya está, ¿acaso puede Jacob hacer el papel de todos los amigos a los que necesito en mi vida? Lo dudo, lo quiero demasiado pero no puede sustituir al resto de personas que necesito. No quiero seguir taladrándome la cabeza con esos pensamientos porque solo llegaría a una conclusión que, por el momento, no quiero admitir: no echo de menos España ¿vale?

El sol calienta mi espalda mientras que yo sigo con mi simulación del estudio. No tardo en arrepentirme por no haber traído el traje de baño, el calor es sofocante y a la gente no le importa, muy amablemente, darte a entender desde sus posiciones acuáticas lo bien que está el agua un día caluroso como el de hoy.

No he cambiado de postura ni una sola vez desde que he llegado y es hora de irse, mis tripas me lo están suplicando. En casa ya han comido, por lo menos, Adrienne y Joseph ya que Jacob sigue en su día de playa. Mi plato está en la cocina, frío y solitario, amargamente pienso que es una metáfora de mi estado en estos momentos, voy a hacerle compañía.

Durante el resto de la tarde no hice nada, literalmente, me tumbé en la cama intentando dormir, pero tampoco pude, por eso, simplemente respiraba. Pronto alguien toca a la puerta, solo hay dos posibles candidatos y no estoy con ánimos de hablar con ninguno.

Emito algún extraño sonido desde debajo de la almohada para hacerle pensar que no es bienvenido, pero me equivoco en el género de la palabra: es Adrienne. Me siento en la cama y la miro expectante, creo que desde aquella vez que me presentó la casa no ha vuelto a entrar en mi habitación.

-Solo quería asegurarme de que seguías viva, no te veo desde ayer…

Sonrío con su comentario, y le agradezco que se haya preocupado.

-Otra cosa, Melanie. Billie ha llamado antes y… no pienso volver a mentirle

-¿Cómo?- me preocupa lo que ha dicho, pero sería peor si no sonriera.

-Me ha preguntado cómo estabas y le he dicho que bien.

-¡Y lo estoy! –Me sorprende mucho su respuesta, sobretodo de Adrienne, ella nunca se ha visto afectada por mis cambios de humor, es más, nunca ha estado cerca como para percibirlos, ¿cómo sabe que no estoy bien?

-Melanie, esto no es una excusa para que me cuentes qué te pasa, pero si saliste de un problema para caer en otro, no arreglamos nada. No has viajado desde tan lejos para volver a deprimirte ¿o sí? Si la respuesta es sí, tienes un problema, la solución era ir al psicólogo, no cruzar el charco.

Me han dolido tanto sus palabras que casi hubiera preferido que tirara mis maletas por la ventana en plan energúmena típica de película. Bajo la mirada, no tengo muy claro lo que decir a continuación…

-¿Quieres que me vaya, Adrienne?- susurro.

-¿Qué?- se acerca a mi cama hasta acabar de cuclillas de manera que posa sus ojos poderosos en mí, porque esa mirada tiene un poder y una fuerza increíbles, imposible de definir, parece que hubieran derramado tantas lágrimas que ya están acostumbrados, y una delicada cúpula los ha recubierto para no dejar escapar ni una más.- Solo quiero que estés bien.- No lo está consiguiendo con esa sinceridad tan brutal- además, no quiero que Billie piense que ha cometido un error.

Eso me deja helada y rebobino para re-escuchar en mi cabeza las palabras que Adrienne me había dicho antes: tiene razón en todo, no puedo ser un espectro viviente. En cualquier caso, no estoy deprimida, solo estoy enfadada conmigo misma por la despedida de Zack de anoche, fue absolutamente pésima.

-Hoy se va Zack y ayer discutí con él.- Ha sido demasiado fácil, sé que en el fondo quería contárselo a alguien.

-La solución a tu problema es tan fácil que casi me da vergüenza tener que decirla.


-No, no es tan fácil porque me dijo que no quería verme…

-¿Y?- Otra vez esos ojos, tienen tanta fuerza sobre mí que me obligo a dejar de mirarlos, obviamente tiene razón, pero no me atrevo a incumplir algo que Zack me ha pedido.- Cielo, si no luchas tú por lo que quieres nadie lo va a hacer, tenlo en cuenta.

Me aparta el flequillo y me dedica una sonrisa, Adrienne es una persona muy sabia, probablemente habrá tenido que madurar de una manera muy dura o quizás renunciar a cosas que la hacían feliz por estar con mi padre, pero no estoy segura de todo esto.

Tras la salida de Adrienne de mi cuarto aún me quedo en mi posición sin moverme, pensando en lo que acaba de pasar y en lo que me ha dicho. Realmente debería ir a hablar con él pero tengo miedo y no sabría decir muy bien de qué.

Capítulo 23

Su compañero de banda entra en la vivienda animado. Jack el oportuno.


-Dios, tío, menuda mierda de vuelo he tenido, pedí cacahuetes dulces y me trajeron patatas,- vale tío, ya entro yo la maleta, no te molestes-, luego me confunden el redbull con una light ha sido el peor vuelo de…

Se calla al comprobar que Zack no está solo, toda la decoración da a entender lo suficiente.

-Creo que llego un poco pronto…


-Sí quizás sí.- Le respondo yo, me mira con confusión y luego se dirige a Zack.

-Lo siento, tío.


-Tranquilo…

-Bueno, yo me subo arriba y no molesto, pareja.- Ya ha molestado bastante… - Encantado de verte otra vez, Melanie.

-Lo mismo digo.- Sí, digo, pero ni por asomo pienso…

Comienza a subir las escaleras cargado con la maleta y Zack ocupa su asiento de nuevo.

-¡Te espero en la cama, Zack! ¡No tardes!

En seguida subo, cariño!- contesta él, levanto las cejas y le sonrío pícaramente.- ¿Qué?

Sé lo que intenta con esa actitud desafiante, quiere provocarme celos, pero lo tiene difícil y pienso complicárselo yo más.

-¿Me dejarás unirme?

Suelta una ruidosa carcajada y continúa comiendo sin responder. Peor para él, yo lo tomo como un sí.

Aún debo aprender a interpretar las respuestas de Zack: era un no. Al finalizar la cena me acompaña hasta el jardín delantero, allí la piscina proyecta una luz verdosa sobre todo el escenario, en un principio creía que esa iba a ser la despedida pero me equivoco, Zack se sienta en una de las hamacas playeras que hay al borde de la piscina y golpea suavemente el hueco libre que queda a su lado. Obedezco sin resistencia.

De repente no sé qué decir y él también está callado mirando el agua. No me siento cómoda, es una despedida, no un entierro por el amor de Dios. Se lo hago saber.

-Además aún tenemos mañana.


-De eso te quería hablar…- comienza apesadumbrado, algo me dice que no va a haber mañana.

-¿Qué?


-Con Jack aquí… no he preparado aún nada y…

Le cuesta demasiado hablar, como si pronunciar cada palabra fuera un latigazo hacia a mí que no se perdonase. Le ayudo:

-No pasa nada, lo entiendo.


-¡Mierda, Melanie! ¿Me vas a perdonar todo?


-¿Cómo es quieres que me enfade por esto, Zack?- Me ofende que piense así, pero sinceramente creo que yo llevo la razón.

-Son excusas Mel, no quiero verte mañana, no puedo.

Me quedo petrificada, no me atrevo a mirarle, eso sí que ha sido un latigazo. ¿Qué ha querido decir? Si es que tiene algún otro sentido esa frase…

-Vale…- es lo único que consigo decir susurrando y con voz que suena a lágrimas.

-¡No, no! – Se gira y levanta mi rostro hacia a él, obligándome a mirarle.- No puedo verte Melanie, porque eso me obligaría a quedarme ¿me entiendes?

Siento que mis pulmones vuelven a tomar de esa droga que tanto les estaba faltando, respiro.

-Creo que sí.

Le abrazo y las lágrimas que antes había estado intentado evitar sacuden mi rostro sin remedio, él me acaricia el pelo sin decir nada. Esa es mi auténtica droga: él, y me esperan seis meses de abstinencia.

Me calmo pero no me separo, me siento con fuerzas para volver a hablar:

-¿Puedo dormir aquí hoy?

Él suspira y se recuesta sobre la hamaca sin separarse. En cualquier otra ocasión no se lo habría pedido, pero la sensación de no poder volver a tenerlo cerca durante tanto tiempo es casi dolorosa físicamente. Creo que ese suspiro es una respuesta negativa, si quisiese decir que sí, ya lo habría hecho.

-Con Jack aquí… ¿no te resulta incómodo?

Lo he pedido yo, ¿cómo quiere que me resulte incómodo? Desafortunadamente, está claro que a él sí. Se lo pondré fácil.

-Sí… un poco sí…

No soy consciente de cuánto tiempo estamos así hasta que me siento incapaz de moverme debido al tiempo que hemos pasado quietos. Me duele todo pero debo volver a casa y él quiere dormir con su amigo…

Me acompaña hasta la puerta, cediéndome el paso.

-Hasta dentro de seis meses, Zack.

No digo nada más y atravieso el umbral, él intenta retenerme apretando mi mano para decir algo, pero mis intenciones son claras (a la par que infantiles) y me suelto sin problema, tampoco me giro para mirarle, algo de lo que me arrepentiré.

Durante los segundos que tardo en llegar a casa, ni una lágrima cruza mi rostro y no es que no desee llorar es que no me lo permito. He sido una estúpida y bastante borde, no me comporté como debería, o como se esperaría de cualquier persona medianamente madura.

Capítulo 22

Comienza la que será, hasta el día de hoy, la tarde más larga de mi vida en América. Repaso mentalmente sus gustos mientras se los comento a Jacob para que analice: surf, fotografía, ropa, moda, diseño, fiestas, chicas…


-Tú que le conoces… ¿tiene algún defecto?- Bromea al comentarle todo.

Pues, alguno tendrá, pero están escondidos, por el momento solo le veo el inconveniente de que no sé qué regalarle. De todo lo que le gusta ya tiene, paso de regalarle algo que no vaya a usar nunca. Mi acompañante insiste con la idea de algún complemento con la inicial, yo insisto con mi negación rotunda.

Llevamos dos horas recorriendo tiendas, solo hemos visto una planta de tres… Parece que este mundo no está hecho para que yo encuentre un regalo perfecto para un alguien perfecto, dichoso mundo imperfecto…

Y ya han dado tres ¿por qué no me convence nada? Es difícil tener una tarjeta de crédito y no poder gastarla, la vida de Sarah Jessica Parker en su peli dorada debía de ser muy dura, realmente… Decidido, si en la próxima tienda no encuentro nada que le pueda gustar a Zack me gasto el dinero en lo que sea.

Resultado final de la tarde: Samy consigue un nuevo ambientador para el coche de mi parte. Yo me he comprado helado para comer con Jake esta noche mientras maldigo mi vida y vemos una peli.

Aún me queda algo que recibir: Zack está en la puerta del jardín con los brazos en jarra y llamando al timbre, parece mosqueado. Jacob entra rápidamente tras saludar al chico con simpatía, me quedo sola ante el peligro.

-¿Dónde estabas? Te he estado llamando…


-En el centro comercial.

-Habíamos quedado.- No parece enfadado, pero sí algo triste, casi lo prefiero enfadado, no me sentiría tan mal.

-Te avisé pero colgaste tan rápido…- Sonríe, con lo cual me da a entender (y entiendo) que acepta que la culpa es suya y solo suya.

-Tenía una sorpresa para ti…

¿Por qué? ¿Por qué es tan cruel? Me siento demasiado mal y le cuento la verdad para aliviar así a mi conciencia:

-Había ido con Jacob a comprarte un regalo…- No le miro, jugueteo con mis dedos aparentando inocencia ¿funcionará?- No he encontrado nada…

No responde, va siendo hora de volver a dirigir mi vista hacia él: se está mordiendo el labio y sonríe cuando le miro.

-Cuando quieres eres tan…


-¿Tan…?


-¿Me vas a dejar darte la sorpresa hoy?


-¿Cómo? No me pienso mover de aquí hasta que me digas lo que soy…


-Cabezota, eso eres. Vamos.

Me coge del brazo y estira hacia él pero no me muevo. Le miro enfadada, él responde sacando su artillería pesada: pone morritos. Rendida, me arrastro hasta su casa.

He de reconocer que merece la pena. Parece mentira que yo, anti-tópica donde las haya, he acabado con alguien tan clásico: la mesa está decorada con dos velas rojas y la vajilla cara, no es lo que más me gusta del mundo pero sonrío, agradezco el detalle. Lo mejor es la comida, ha preparado platos típicos españoles: tortilla de patata y tapas, de bebida, una jarra con un líquido de color sangre decora el centro de la mesa, no hace falta ser un experto para saber que se trata de sangría. Lo adoro. Tengo que decir que no me lo esperaba, pero me encanta.

Me invita a sentarme caballerosamente. El plato principal son espaguetis, me comenta que era el único plato que veía fácil de cocinar y con eso da paso a la que espero que sea una magnífica noche. O no…

De repente llaman al timbre.

-No me lo puedo creer.- Zack se levanta mosqueado.

¡Sorpresa! Algo indeseada, para ser sinceros.

Capítulo 21

Piso tierra casera de nuevo al medio día, estoy deseando hablar con Jacob, me ha dejado con intriga ¿qué me quiere contar? Me despedí de Zack muy a mi pesar, cada vez son menos las horas que nos permiten estar cerca.


Durante la comida, Jacob sigue dejándome la miel en la boca: me mira y me sonríe pero no llega a decir nada. Yo no me quedo sin saberlo, hoy me quedaré sin siesta, pero éste me lo cuenta.

Le doy tiempo suficiente para que termine de comer, arregle lo que tenga que arreglar e invado su cuarto. No llamo, entro sin más. Jacob está sentado en el escritorio y su rostro se ilumina al verme.

-Me tienes en ascuas.

Se ríe con musicalidad y los apuntes de su escritorio pierden su atención.

-Es una tontería, en realidad…


-A los tontos nos gustan las tonterías.


-Habla por ti.


-Por mí hablo…- sonríe graciosamente y desvía la mirada.

-Se ha mudado otro europeo…


-La crisis hace estragos… ¿es griego?

-No…- Le interrogo con la mirada, odio que me hagan preguntar cuando saben que estoy deseando saberlo, espero hacérselo entender- ¡Es alemán! Su pelo es tan rubio que casi parece blanco, y es altísimo, con los ojos claros, por supuesto… Y dice: “Hello, how are you?” en lugar de “Hey, what’s up? Y normalmente habla así- pone acento extraño en la última palabra.

Está emocionado, es hablar del nuevo alemán y los ojos comienzan a brillarle cual dibujo animado, además mi pregunta le ha hecho coger carrerilla y hablar atropelladamente como si estuviera bajo la influencia soporífera y agradable del alcohol. Conoció al nuevo americano en el centro comercial y vive en unas urbanizaciones cerca de la playa también, pero en una zona mucho más barata que esta, no sabe mucho sobre él, solo que su nombre es Thomas Müller.

-Jacob, necesito tu ayuda.- Cambio de tema cuando por fin se relaja.- Quiero que me ayudes a elegir un regalo para Zack, algo bonito pero no cursi…


-Comprendo.


-No quiero algo tópico, ni aburrido o el clásico colgante con la inicial…


-¡Ohhh! Pero si eso es un detalle muy bonito, seguro que así no se olvida…


-No.


-Pero es el regalo perfecto para cualquiera y a Zack le pega de maravilla: es dulce, sencillo, inteligente, guapísimo…

-Y mío.- Le corto antes de que se olvide del extranjero recién importado.

-No lo mereces.- Dice con una mirada punzante pero irónica a la vez.

-¿Me vas a ayudar o no?


-¿Vamos mañana por la tarde?


-Gracias, Jake.


-Un placer.

Es agradable poder contar con él, es la pieza que me une realmente a América, por supuesto, Zack también, pero de otra manera. Jacob ha conseguido que sienta que América me ha aceptado y, no solo eso, ha conseguido que no me sienta sola en aquel enorme país, parece fácil pero es una tarea que solo alguien con esa aura tan pura podría conseguir.

Pasé toda la mañana encerrada en mi cuarto, estudiando… o, al menos, eso intentaba pero en mi subconsciente deseaba que el Iphone comenzara a sonar proponiéndome un plan alternativo, aunque simplemente sea levantarme para ir a recogerlo… ¿Y si lo tengo en silencio y no me he dado cuenta? Es uno de mis mayores problemas y he de reconocerlo: cuando tengo ganas de estudiar no hay nada que me lo impida pero si no es el caso, hasta la final de Big Brother me parece interesante. No, está con sonido y con la batería en plena capacidad. Entonces… ¿le llamo, no?

-Buenos días, Mel ¿ya estás despierta?

-Qué va…- se ríe musicalmente, su risa suena casi infantil y me encanta- Zack… mmm… ¿cómo decirte esto?


-No me asustes, ¿estás embarazada?

-Yuk…-Reprimo una arcada- No tengo ganas de estudiar.

-¿Llamas por eso?


-Mayormente…


-Es que estoy ahora mismo preparando las cosas para mañana ¿te puedes creer que el vuelo sale a las 6 de la mañana? ¡Tengo que salir de casa a las 4!


-Ponte en huelga, Zack.


-¿De hambre?


-No, mejor de desnudos…- le oigo reírse de nuevo.

-¿Crees que funcionará?


-¿Crees acaso que ese es mi objetivo?- suelta una carcajada más sonora que la anterior.


-¿Sabes lo peor? También viene Jack, llega mañana, está hoy en Los Ángeles y de paso le ayudo con la acústica.


-No hace falta que me des explicaciones, Zack.


-Lo sé, pero mi conciencia se queda más tranquila… Por eso, la mañana la tengo pilladísima, así que ¡te veo esta tarde!


-¡Esta tarde no puedo!

Mi última frase ha sido en vano, ha colgado antes de escucharla, por lo tanto, he hablado con el aire… en fin, él sabrá, la próxima vez igual me escucha. Bueno, los apuntes me miran amenazantes desde una posición inferior, por supuesto. Han ganado esta batalla.

El pequeño de los Armstrongs ha solicitado los servicios de Samy para esta tarde y eso está levantando oposiciones radicales en contra de la autoridad máxima de la casa (traducción: Joseph le está gritando a su madre porque ve injusto no poder salir esta tarde ante la falta de chófer), lo peor de esta situación son las víctimas inocentes del incidente, osea: moi, me he quedado sin siesta. Me cambio y aparezco en la cruenta/violenta batalla. Es curioso, Jacob está tumbado en uno de los sofás, con la cabeza apoyada sobre un brazo, mirando con aburrimiento a su hermano, quien, juraría que está sentado, pero excesivamente tenso, cual periodista del corazón que está siendo contradicho.

-Joder, mamá ¡Hoy me tocaba a mí! Ahora ¿cómo coño voy?


-Usa el autobús…- Responde Jacob sin darle importancia.

-Hazme un favor, a mí y al mundo, y muérete, imbécil.

-Joseph, ya vale- interviene Adrienne.- Yo te llevo a ti esta noche, Jacob y Melanie irán con Samy.

¡Oh! Alabo a la nueva reina, heredera de Salomón, sabia decisión la suya. Hemos ganado. Jacob se levanta y coge su chaqueta.

-Eso sí…- parece que aún quedan algunas sabias palabras con las que nos desea deleitar- La próxima vez que no os pongáis de acuerdo, todos en casa ¿queda claro?

-Transparente…- Respondo.

Bien, salimos. Le agradezco a Jacob el haber insistido tanto con la salida ante su hermano, si no fuera por él, no lo hubiera conseguido, principalmente porque el único que puede acercarme hasta el centro comercial (Zack) no debe enterarse de lo que quiero hacer allí.

-¿Sabes a quién he encontrado buceando por twitter?


-¿A quién?


-Al señor Thomas… ¡Müller!

Me sorprende, pero lo más increíble viene después: ha quedado con él para ir a la playa el viernes que viene, es decir, mañana.

-Y eras tú el que se quejaba del apellido, bien que no lo rechazas ahora…


-No tiene nada que ver.

Lo que más me sorprende de todo es la naturalidad con la que habla de esto delante de Samy, cuando me contó que lo había conocido, bajo de volumen hasta llegar al susurro. Eso me lleva a la conclusión de que Samy se ha convertido para la familia, no en uno más, sino en algo más, ha hecho su papel de camuflaje tan bien que lo confundimos con el mobiliario, tengo que reflexionar sobre esto, me lo apunto para más adelante. Hemos llegado.

martes, 27 de julio de 2010

Capítulo 20

En California todo sigue igual, en su sitio y dominado por el status quo. Son las ocho de la mañana cuando abro la puerta del jardín, Zack ha insistido en que quiere darle una explicación a Adrienne a pesar de que ya le he intentado hacer entender que a Adrienne no le importa mucho lo que hago o dejo de hacer siempre que no incluya a sus hijos en mis planes. Entramos por la puerta trasera, la que da a la cocina. Los hermanos están recogiendo el desayuno, pero, al verme, Jacob se abalanza sobre mí, mientras que Joseph abandona la estancia con una mirada de asco de Zack persiguiéndole.


-¡Tengo que contarte una cosa!

Dice Jacob misterioso, saliendo ya de la cocina, le pregunto por su madre y responde que sigue durmiendo. Al señor Merrick le tocará esperar. Vuelvo a estar hambrienta y es que, desde la ensalada del día anterior, mi cuerpo no ha vuelto a abastecerse. Secuestro una manzana del frutero que tengo a mi alcance y me siento en la encimera. Zack se acerca a mí, se apoya con los dos brazos en la encimera, rodeándome e impidiéndome una huída desesperada presa del pánico que me provocan esos ojos. Ralentizo la velocidad de masticado, como si su mirada me hipnotizara, su rostro se aproxima; interpongo la manzana lentamente entre nosotros.

-¿Quieres?

Él mira confuso la manzana, como si no se esperara esa reacción. La verdad es que yo tampoco tengo muy claro por qué estoy actuando así, como ya dije una vez, nadie en su sano juicio rechazaría a Zack, creo que me siento incómoda por encontrarnos donde nos encontramos ¿y si de repente aparece Adrienne o alguien del servicio?

-No.

Muerdo de nuevo a mi víctima (entiéndase, la manzana) y el chico me observa dulcemente masticar, como si se tratase de una escena en la que dos osos recién nacidos se caen al intentar seguir a su madre. Ha conseguido hipnotizarme de nuevo, sus pupilas están muy dilatadas ya que la cocina todavía se encuentra a medio alumbrar debido a lo poco madrugador que es el sol, probablemente, si tuviera una nacionalización, sería español… Trago al fin, él no se ha movido en ningún momento, no sé si está esperando que termine mi almuerzo o le ha molestado mi reacción. Aparto mi vista de sus ojos, por mi bien, pero, sin poder evitarlo la fijo en sus labios: no son voluminosos, ni pequeños, ni húmedos son simplemente perfectos, no sé qué me tienta más…

¡A la mierda! Suelto la manzana y rodeo con ambas manos su cabeza acercándolo a mí hasta encajar nuestros labios, él sonríe antes de dejarse llevar de nuevo, ¿sabía que caería tarde o temprano? La energía fluye con facilidad, como si estos dos labios estuvieran predestinados a encontrarse, provocando sensaciones realmente agradables.

Tal y como había temido, Adrienne entra en la cocina, despeinada y envuelta en una toalla. Nos separamos rápidamente, yo carraspeo y Zack se alisa la camiseta mirando al suelo. Adrienne nos da los buenos días, abre la nevera somnolienta sacando un par de huevos y desaparece de nuevo, sin prestarnos apenas atención. El chico sonríe avergonzado.

-Esto es culpa tuya- le digo señalándole con el dedo índice- y esto…- recojo la manzana y la deposito en la basura con furia muy mal simulada- también.

Él se ríe y me abraza, qué fácil se hace perdonar…

-Aishhh, Melanie… Ven, te invito a desayunar en casa.

Y allí acabamos, tras depositar las bolsas en su cuarto, Zack acude a la cocina, seguido por mí cual perrito faldero. Me propone ayudarle a preparar el desayuno, un buen desayuno, no como los míos.

-¿Te apetecen crepes?


-¡Claro!

Saca todos los utensilios e ingredientes necesarios y los coloca sobre la mesa. He de confesar que nunca antes he hecho crepes, es más, nunca antes he cocinado nada que no fuera pasta y es que en casa jamás se fiaron de mí lo suficiente para dejarme tocar los fuegos y aquí cocina el servicio, por lo que dudo mucho que algún día llegue a ser un individuo útil para la sociedad, pero lo seré para las empresas de comida preparada.

Comienza mezclando la masa.

-Te seré sincero, nunca antes he hecho esto.

Suelto una carcajada.

-¿Y entonces?


-Bueno, mi madre era muy buena en esto. Me vienen a la mente algunos recuerdos.


-Vale…

Me levanto del asiento y me dirijo a la primera habitación que conocí junto a All Time Low: la sala de ensayo, si se le puede llamar así; recuerdo que tenía, en su día, varios ordenadores. Rapto a uno, que no opone mucha resistencia y lo llevo a la cocina donde Zack está pesando la harina con cucharas.

-¿Eso también lo hacía tu madre?

-Nah, pero son matemáticas puras: si una cucharilla son 10 gramos de harina, ¿cuántas cucharillas necesito para hacer 250?

Me limito a mirarle con cara de idiota mientras espero a que Windows ceda a mis deseos y se encienda. Este muchacho tuvo que ser camello en alguna vida anterior o algo, conclusión: se llevará bien con papá. ¡Bingo! El ordenador se enciende, clico la aplicación de internet y coloco en el buscador las palabras mágicas: “Receta crepes”

-Zack, amor. Mira.- Le giro la pantalla hacia él, pero está como a diez pasos de mí en esa “diminuta” cocina, dudo que lo vea bien.

-¿Amor?- Pregunta levantando las cejas. Me limito a sacarle la lengua y vuelvo a girar el ordenador hacia mí.

-Para dos personas solo se necesitan 150 gramos, no 25 cucharitas.


-15 entonces.


-Y cuatro huevos.


-De acuerdo.


-Y luego la leche.

-¿Luego?- levanta el batidor del recipiente y me mira con cara de preocupación.- Yo lo he puesto lo primero ¿crees que importara?

-No…- No me queda otra opción que responderle negativamente, con esos ojos que ha puesto, tenía miedo de que se echara a llorar.

Terminamos la masa, aunque no al pie de la letra de la receta, no está lisa en el sentido estricto de la palabra… pero creo que pasa. Zack moja su dedo en la masa y prueba, indica que le falta azúcar. Normal, si no le ha echado… Tras cumplir la indicación, repite la operación y me extiende el batidor.

-Prueba.

Me acerco y le quito el batidor de las manos, pero me percato de que su dedo aún retiene parte de la masa. Pruebo de ahí, se extraña, aunque disimula bien. Está bueno, quizás demasiado dulce, no sería bueno un subidón de azúcar en este momento, o al menos, no para mí.

-Buenísimo, como el cocinero.

Baja la vista ¿es vergüenza lo que leo en sus ojos?

-En tu casa no estabas tan animada…


-En mi casa no estábamos solos.

Quizás parece que esa frase va con segundas, pero es la explicación más convincente que he encontrado, la única que hay, a decir verdad. Zack parece haber entendido el doble sentido, me mira sorprendido.

-¿Qué quieres?


-Crepes…

Por un momento, el ambiente se había vuelto incómodo y no me gusta, al menos, no con Zack. Se soluciona cuando suelta una carcajada. La masa está lista, la sartén también, el cocinero extiende un poco de la masa en ella.

-¿Cuánto tiempo tiene que estar?


-Aquí pone de dos a tres minutos…

Sin embargo, en menos de un minuto el crepe comienza a ponerse marrón.

-Debería sacarlo.


-Pero aquí pone dos minutos mínimo.


-Sí, ¡y el dibujo es color crema!

Touché, él gana. Lo saca pero apenas queda nada comestible de esa prueba. De hecho, nos hacen falta tres intentos hasta que conseguimos un crepe como es debido. Luego nos encontramos con el problema de que Zack no tiene chocolate en casa ya que está a dieta rigurosa. ¿Con qué se supone que quiere que acompañemos a los crepes, entonces? Resultado: le toca a Melanie ir a robar nocilla al pobre Jacob, menos mal que él es todo dulzura y no le importa (creo, espero y deseo).

jueves, 15 de julio de 2010

Capitulo 19

Alcanzamos the New York’s airport para alivio de mi compañero de asiento. Tras jurarme y rejurarme que normalmente no le sucede lo de hoy, consigo sacarlo del avión. Pero el aeropuerto de Nueva York parece tan grande como la península Ibérica, aunque con salidas peormente localizables.


Zack comienza a mirar por todos los carteles en busca de la salida, se acerca a un mostrador y roba un panfleto que parece ser el mapa del lugar y dirige su mirada y concentración a él. Yo, ajena al problema de quedar atrapada en aquel mundo neoyorquino, recuerdo cierta conversación con Zack día atrás.

-Zack… ¿Vive todavía aquí?

-¿Quién?- Pregunta parándose y buscándome con su desarrolladísimo sentido auditivo, al comprobar que voy detrás me coge de la mano tirando de mí hacia él pero sin despegar la vista del mapa y continuamos andando, abriéndonos paso entre aquella muchedumbre.

-La persona por la que te recorriste el país.


-Ehh… no, no, nunca ha vivido aquí.


-¿Entonces?


-Mira, Mel, cariño, luego si quieres te doy su número y la llamas pero ahora pon un poco de tu parte para salir de aquí, me estoy agobiando.

Me paro en seco, lo que hace que él también se tenga que retrasar. Dos cosas me han sorprendido de su comentario, primero el tono de desesperación e insinuación de que todo me es indiferente, segundo, el “cariño” dirigido a mí, ha sonado demasiado perfecto… Vuelvo al mundo real aeroportuario y le suelto la mano. Me dirijo a un hombre que pasa por nuestro lado vestido de uniforme y le pregunto por la salida, Zack me mira con expresión de vencido. Le vuelvo a coger la mano y soy yo quien lo arrastra esta vez a la salida.

Por fin veo civilización, digo más, por fin veo cielo neoyorquino y lo que ha costado. Encontramos la salida y tuvimos que coger un autobús que nos llevó hasta una parada de metro, a partir de ahí dos trasbordos y, tras dos horas eternas por fin pisé el suelo de Manhattan, ciudad interracial donde las haya.

En la sala ya están entrando y me desespero ante la tranquilidad que lleva Zack para dirigirse hasta la puerta, le apremio pero se limita a reírse de mí, señal de que tiene un as en la manga. Para empezar no entramos por la puerta principal, de hecho me conduce al callejón lateral hasta una entrada con pinta de antigua y la abre cediéndome el paso. Atravesamos los pasillos y llegamos donde me esperaba: zona de palcos. No me sorprende demasiado, me lo estaba oliendo.

Los conocí, conocí a los miembros de McFly y apenas pude hablar con ellos cinco minutos porque enseguida se fueron a terminar con los preparativos del concierto. Todos estuvieron fantásticos, adorables, cariñosos, no hay palabras para describir a esos señores ni a su concierto. Concierto que disfruté desde el segundo inicial hasta el último, bueno miento, el último no, no quería que acabara, fueron momentos mágicos de adrenalina y descontrol, sensaciones que solo se viven en estas ocasiones. Zack, por su parte estuvo más tranquilo, feliz pero relajado, en Estados Unidos los fans son mucho menos entusiastas.

Salimos con la intención de buscar un taxi, por lo menos, por su parte. Pero yo no pensaba igual.

-¿Dónde vamos?- Pregunto.

-¿Informe de la hora?


-¡Son las diez de la noche!


-El avión sale a la una, y necesitamos dos horas para llegar al aeropuerto así que… donde quieras…


-¡¿A la una?!


-Sí, ¿qué pasa?


-Nada, nada…- Con razón le han salido tan baratos.

-Pues yo propongo ir a un hotel para poder cambiarnos.

Obviamente, un concierto, en pleno junio, en una sala de 80 m2 hace el efecto sauna más rápido que un horno pirolítico.

-Así que quieres hacerme pagar un hotel para una hora…


-Zack, es necesario a menos que quieras que nos paren en el aeropuerto por ser sospechosos de llevar droga… con este olor, ya me dirás.

Él se empieza a reír.

-Tienes razón, venga, vamos… pero no me he traído ropa ¿y tú?

Le miro con mala cara, obviamente no me dio tiempo a preparar nada, salimos tan rápido que no pude ni avisar a Adrienne. Ni dinero, ni ropa… tan solo el Iphone y el paquete de chicles que llevaba en el bolsillo

Acabamos en el hotel más cercano, el cual había sido despreciado por el resto de hoteles americanos, considerándolo como un simple hotel de categoría secundaria pero en España habría obtenido las cuatro estrellas limpiamente, sin soborno. Zack habla con el recepcionista educadamente y, en menos de cinco minutos, tenemos habitación.

Es bastante amplia, con dos estancias, en una hay una cama de matrimonio y en la otra una diminuta imitación de un salón pijo-clásico. Zack desaparece anunciando que va a comprar algo de ropa y yo comienzo con la ducha.

Termino envuelta en uno de los albornoces blancos, me siento en la cama observando el exterior por el enorme ventanal que acompaña a la habitación. Las vistas no tienen desperdicio: cocina del hotel, con camiones sucios y contenedores incluidos, un lujo; por suerte la habitación no tiene nada que ver con ese mundo, quizás es demasiado grande para una sola persona y por eso me entretengo pensando idioteces... Espero con intranquilidad a mi acompañante, tengo una sensación extraña, me siento nerviosa y feliz a la vez por la situación, como si fuera a pasar algo que no estoy segura de querer que pase.

Empieza a llover y, en escasos minutos, la ventana resulta atacada de tal manera que se niega a permitirme ver el vulgar paisaje que antes me estaba ofreciendo. Pero en el interior de la habitación mejora el paisaje cuando oigo el abrir de la puerta. Zack entra cargado de bolsas y cierra de una patada.

-¡Me encanta esta ciudad!

Yo miro asombrada las bolsas que acaba de depositar en la cama, a mi lado. Comienza a buscar entre esa pequeña población de glamour hasta que parece hallar lo que quería y me extiende una bolsa. Es de un negro brillante y cartón, con la palabra “Calvin Klein” escrita en plateado. Obtengo una simple camiseta lisa, blanca con la CK dibujada en diamantes.

-Gracias, Zack. Tampoco hacía falta… con una de Dolce & Gabanna me hubiera conformado.

Se ríe pero responde como un caballero que no le importa y desparece cerrando la puerta del baño. En su ausencia, aprovecho para cotillear sus nuevas adquisiciones. La mayoría son sencillas prendas deportivas: un bañador, una sudadera y unas zapatillas Nike que le vuelven más loco que a un tonto una tiza, también hay otra bolsa de Calvin, saco del diminuto contenedor de cartón unos boxes negros. Los observo, alzándolos hasta colocarlos enfrente de mí justo en el momento en el que él sale del baño. No intento esconderlo, sería demasiado patético, le sonrío levantando mucho las cejas.

-Eyyyy… Tampoco él parece demasiado molesto, ni siquiera me dedica más atención de la que le prestaría a un cubo de basura. Qué cruel.- ¿Te gustan?- Pregunta con naturalidad mientras rompe la etiqueta de una camiseta con los dientes.

-¿No los tenían en rosa?- Bromeo.

Me los quita de las manos haciéndose el ofendido y vuelve al baño tras asegurarse de haber eliminado cualquier muestra de superioridad económica de sus ropas (etiquetas, para aquellos que no dominan la retórica). Aprovecho que ha entrado en el baño para cambiarme en la habitación.

Al terminar me tumbo en la cama y enciendo la tele. No hay nada interesante, bueno, en realidad sí y no tarda en salir del baño. Parece divertirse. Se tumba a mi lado, rodeándome con el brazo de manera que quedo abrazada por el olor a gel de baño barato de hotel y el “ubermensch”, no el que propuso Nietzsche en su día, sino el auténtico supra humano.

He de decir que los veinte minutos restantes fueron muy especiales, lo fueron porque le confesé todo y con todo me refiero exactamente a eso: empezando por los motivos por los que me fui de España hasta que lloro cada vez que veo una cucaracha porque no me atrevo a matarla. Y es que bastó con que me lo preguntara una vez para que me atreviera por fin a confiar en él, es más eficiente que un paparazzi ante Belén Esteban, con la diferencia de que yo respondo en un idioma que existe. Me llama loca, obsesiva-compulsiva y paranoica, pero conforme lo dice me acerca más a él, hasta acabar rodeada por ambos brazos.

-Sin esa impulsividad no te hubiera conocido.- Susurra.

Son las once, deberíamos salir ya si queremos llegar a tiempo al aeropuerto, pero no le digo nada, me podría quedar en esta posición para siempre sin moverme. Zack se sobresalta al ver la hora en su móvil.

-¡Melanie, son las once y cuarto ya!

No me muevo, y sujeto su camiseta nueva con más fuerza, su cuerpo vuelve a relajarse, pero no dura mucho, los remordimientos parecen haber dominado parte de su ser y se levanta suavemente. He perdido, me toca volver al mundo real.

martes, 6 de julio de 2010

Capítulo 18

-¡Zack!



-¡Buenos días! Menos mal que estás despierta, llevo veinte minutos esperando…


-Lo siento, Joseph me ha potado encima…


-Pensaba que solo su mentalidad era de bebé, resulta que sus actos también.


-No empieces…


-No, no… Oye, asómate por la ventana.- Noto la ilusión de su voz, ilusión que me contagia.

Me asomo pero no hay nadie, ni nada… la calle está como todos los días, nada fuera de lo normal.

-No veo nada…


-¿Segura?


-Te lo juro… -se ríe- ¿qué se supone que tengo que ver?

-Mira a la derecha.-Nada.- Perdón, perdón, a la izquierda.

-Tampoco hay nada, Zack ¿de qué va todo esto?- Me ha colgado.

Le doy unos golpecitos al Iphone e intento volver a llamarle.

-Ahora mira detrás.- Oigo una voz que me sobresalta. Zack entra con un pequeño sobre entre sus manos.

-¿Qué es eso?- pregunto al ver que me lo extiende.

-Tu regalo de despedida, quería dártelo el viernes, pero las fechas eran las que habían…

Me empuja hasta que quedo sentada sobre sus piernas en la cama, mira con entusiasmo el sobre y mi rostro, me insiste para que lo abra con su mirada. Nota para mí: comprar regalo de despedida a Zack.

Rompo el papel con sumo cuidado, como si estuviera tratando con cristal de Murano. Desde dentro se me presenta un par de billetes de avión, los examino, son para…

-¿Nueva York?

Es un bonito detalle pero ¿qué se nos ha perdido a nosotros en New York? No tiene sentido que, como despedida, nos crucemos el país. Su respuesta es una simple carcajada.

-Saca las entradas, anda.-Inspecciono el interior del sobre y, efectivamente, dos entradas aparecen ante mi inexperta búsqueda.- Me estudié detenidamente tu twitter y descubrí que, aparte de All Time Low, te mola McFly, así que…

-No me lo puedo creer, ¡me encanta!- Le abrazo y remato con un beso, de los de verdad, no como la otra noche.

-¿Y cuándo nos vamos?- Pregunto una vez que he recuperado el aliento. Zack coge uno de los billetes de mi mano y pone cara de sorpresa.- ¿Qué?

Lo que me faltaba, algún imprevisto que haga que los planes se queden en eso, en planes.

-En dos horas.

¡¿Dos horas?! Y yo no he preparado nada, la impulsividad de Zack me saldrá cara. Recuerdo que el aeropuerto está a una hora de mi casa, me levanto rápidamente y cojo a Zack de la mano para que se dé prisa. Salimos corriendo, por el pasillo me encuentro con Jacob, que nos regala una de sus sonrisas.

-¡Hola chicos!

-Adiós, Jake- le doy un beso en la mejilla- me voy a Nueva York a ver a la mejor banda del mundo.

Ey!- se queja Zack.

-¡Papá está en Korea, no en Nueva York!- Oigo que grita Jacob contento desde el pasillo que no hemos tardado en dejar atrás.

En el avión, a pesar de mi excitación, los problemas llegan sin previo aviso, como siempre. Zack tiene mala cara y está pálido, le pregunto qué le ocurre.

-Me estoy mareando.

Genial, lo que faltaba… Pero es una suerte que sea drogodependiente a los chicles y siempre lleve encima, le ofrezco uno. Yo ya sabía que se mareaba en los aviones (milagros de internet, la información fluye más rápido que en África las epidemias).

-Podríamos haber ido en tren…- Comento.

-Sí, y yo podría haber vendido un riñón para ello…-Le miro con preocupación, casi arrepentida por haberlo dicho- Los vuelos nacionales salen mucho más baratos que los trenes.

-Entiendo…

Se frota los ojos y los cierra, apoyando la cabeza en el asiento con cansancio. Me sabe mal verlo así pero lo único que puedo hacer es no molestarle y dejar que se duerma. Conecto el mp4 a la vez que apago el mundo real para sumergirme en mi país de las maravillas, compuesto por eso, por maravillas y es por esta razón por la que está tan vacío. Últimamente lo estoy superpoblando y Zack está ayudando a que germine rápido.

Tras una hora, el niño se despierta con cara de haber tenido una pesadilla, aunque no es para menos: están habiendo turbulencias.

-Has elegido un mal momento para despertarte.

No responde, pone cara de pena y se apoya en mi hombro, como si eso pudiera sofocar cualquier problema. Qué dulzura. Cesan las turbulencias, se incorpora, ya tiene mejor cara y le dedicó una sonrisa.

-Tengo hambre.- Digo.

Él se ríe y pone los ojos en blanco, lo que me hace caer en la cuenta de cuán revuelto ha de estar su estómago… ¿por qué nadie me explicó el término empatía mientras aprendía a sumar? Estúpidos colegios de pago…

-No creo que tarden en traer la comida.


-¿Crees que si la pido me la darán?


-Supongo. –Se encoje de hombros.

Decido que voy a probar y estiro mi brazo hasta conseguir encender la bombillita que avisa al personal de que alguien los necesita, cual grito de doncella en apuros. Tras dos minutos aún no ha venido nadie, me impaciento. Apago la bombilla y la vuelvo a encender por si mi grito de auxilio aún no ha quedado claro. Nada, repito el proceso de apagado-encendido. Tampoco. Estiro mi brazo de nuevo pero Zack rodea mi muñeca con suavidad.

-Ya es suficiente, Melanie. Creo que ya saben que estás a punto de morir por inanición.

Le miro sarcásticamente.

-Más les vale…- susurro.

Zack tenía razón. Una azafata jovencísima se apresuró a satisfacer mis deseos con mucha amabilidad y no tarda en traerme una ensalada césar y una botella de agua. Comida sana, entonces ¿no? Me dedicó en cuerpo y alma a mi lechuga y pollo mientras me río por dentro de cómo le cambia de color la cara a Zack.

-Si quieres, dilo.


-Vete a la mierda.- Dice de buen humor.

-Lo siento, pero en estos momentos voy dirección al término más opuesto a “mierda”.


-¿Sabes? Tenía pensada esta salida contigo desde antes de que ocurriera todo.


-¿En serio?


-Sí.

Le obsequio con un beso con sabor a salsa césar, no soy consciente de eso hasta más tarde, espero no ser la que le provoque el vómito o no me lo perdonaría.

-Zack…- me mira con curiosidad- ¿nosotros qué somos?

Él mira para todos lados intentando descifrar la pregunta, como si no la terminara de entender pero yo estoy segura de haberla formulado gramaticalmente bien y en su idioma.

-¿Humanos?- Se la he puesto fácil.

-No, me refiero… ¿nuestra relación?

-Pues…- se queda pensando durante unos instantes, mirando al frente para contestar finalmente:- no lo sé…

Genial, entonces, porque yo tampoco. Está claro que algo más que un amigo pero muchísimo menos que un prometido… ¿en qué escalafón debería estar? ¿en cuál estaré yo en su rango? Creo que él se está haciendo las mismas preguntas que yo. Ninguno las vamos a formular en voz alta porque supondría poner en un aprieto al semejante, así que nos las tragamos y ya las expulsaremos en algún otro momento, estoy segura.