viernes, 17 de diciembre de 2010

Capítulo 38

Es una zona bastante salvaje de la isla de Honolulu, una zona muy verde, apenas profanada por la mano del hombre. Una humilde casita de madera se encuentra al lado del aparcamiento.


Es una pequeña empresa de alquiler de helicópteros, Josh alquila uno para una hora, nos presentan a nuestro piloto y allá vamos.

Es una sensación espectacular la de sobrevolar la isla en helicóptero. El ruido, al cabo de unos minutos, resulta incómodo a pesar de los cascos, aún así, es una experiencia única. Aprovecho para tomar algunas fotografías -nada artísticas- para la prosperidad. Al mismo tiempo, el guía nos iba comentando algunas características de la isla. Es como escapar de todo, desconectar unos instantes para separar mente y cuerpo, dejando que mente sea la única protagonista y cuerpo simplemente preste sus servicios sensoriales. Es como respirar un aire nuevo, un aire jamás respirado y tan puro que ninguna otra persona lo ha experimentado jamás.

Ninguno de los dos hablamos durante el trayecto, tampoco lo hacemos al bajar, solo nos miramos sonrientes, como si acabásemos de haber alcanzado el máximo placer. Veo cómo le brillan los ojos a Joseph y aún respira por la boca, no es típico verlo tan contento, empiezo a pensar que Josh tiene una faceta muy personal que no deja mostrar nunca y ahora lo está haciendo inconscientemente.

De vuelta en el Mini seguimos sin mantener una conversación digna de ese nombre, nos dedicamos a exclamar adjetivos sobre la experiencia, tales como: increíble, maravilloso, orgásmico, único… en un orden pragmático casi perfecto.

Llegamos al hotel cuando ya ha oscurecido, por supuesto, el resto de la familia ya debe estar allí. Entro en la habitación seguida por Joseph que se tumba en el sofá y desconecta el mundo real para sumergirse en la red de Internet con su portátil.

-¿Jake?


-Estoy aquí.- Oigo su voz desde el baño- Pasa.

Me recibe un una estancia mágica repleta de burbujas y perfume de chuches. Mi hermano esta en el jacuzzi cubierto hasta los hombros de espuma, con una sonrisa en los labios y expresión inocente e infantil que se acentúa al verme y que queda potenciada por ese olor en el baño a tienda de golosinas. Me siento en la taza del váter, trono de aquel reino, a la derecha del rey.

-¿Has pasado todo el día con él?


-Así es.


-Y has sobrevivido, increíble.- Dice, pero sin rastro de reproche en su voz, solo burla.

Le pregunto por su día en el parque de agua, me comenta las anécdotas más sonadas como buen rey cotilla y como le han abandonado Billie y Adrienne: en realidad se fueron a cenar y Jacob quería quedarse para darse un largo baño relajante. La verdad es que le envidio. Me invita a participar en su baño, ya que hay sitio para dos, como máximo, pero rechazo la invitación.

-Esta noche hay una fiesta.


-Todas las noches hay fiesta aquí.


-Se trata de ir vestidos de algún color al completo.


-Mmmm… - Aún no me ha terminado de convencer.


-Hay que pagar un suplemento para entrar, pero incluye cóctel, orquesta y lunch.


-¿No será para viejos?


-¡Habrá de todo!- Sigo dudando, mi cuerpo no está hecho para aguantar tanto en un día: gimnasio, clase de surf, helicóptero…- ¿vienes?

Y ahí acaba todo, ahí es cuando termino de derretirme ante la mirada dulce de Jacob y acepto, ni siquiera tiene que insistir, él y su actitud se bastan para que no me atreva a contradecirle, algo parecido me pasa con Joseph pero su actitud es completamente opuesta.

Aviso a Joseph de que vamos a salir, pero cuando queda enterado de que nos dirigimos a una fiesta se apunta también. Procedemos a la táctica de dispersión pre-fiesta, como si lo hubiéramos ensayado, cada uno ocupamos nuestro lugar para arreglarnos, Josh se queda en el dormitorio, Jake tiene el baño y yo voy a la habitación de Billie y Adrienne por la puerta que comunica las habitaciones para invadir su baño ante la falta de espacio en nuestra habitación.

Decido que iré de blanco por completo, es el único vestido apropiado que me he traído para una fiesta, de algodón lo que quizás lo haga un poco ligero para una noche fresca. Una vez vestida, peinada, maquillada, perfumada y emperifollada en general, entro de nuevo en nuestra habitación donde ya no hay nadie. Parece que ambos sujetos masculinos se encontraban demasiado ansiosos por volver a socializar nocturnamente. Bien, bajemos.

Un hombre disfrazado de pingüino me toma los datos muy cordialmente y, después del intercambio de dinero, me permite pasar a la terraza. Tal y como predije, es una noche fresca, el escenario es un campo decorado con sillones de terraza blancos y velas perfumadas por doquier, aunque el olor a césped es difícil de disimular, los camareros también brillan con sus disfraces, moviéndose de un lado para otro con bandejas bien soberbias ofreciéndolas a los participantes de la fiesta, todo muy elegante, cual anuncio de Ferrero Rocher.

No localizo a Jacob por ninguna parte, sin embargo, pronto encuentro a Joseph, lleva una copa en la mano y se dirige a un corrillo de tres chicos de su edad aproximadamente; al verme, me mira de arriba abajo y asiente, como si me estuviese dando permiso para estar en la misma fiesta y no producirle vergüenza ajena, pero no me da la bienvenida ni me ayuda a integrarme. Él viste de negro al completo, por cierto.

No estoy acostumbrada a ir a fiestas sin conocer a nadie, quizá sea un error estar aquí, un camarero joven y muy atractivo pasa por mi lado ofreciéndome sus delicatesen, entiéndase por ello las copas de champagne, me sirvo.

Pronto me encuentro con una cara conocida: Giovanna está cerca de uno de los sillones luminosos, aparentemente sola, ese aparentemente es lo que me hace dudar sobre si acercarme o no, una sonrisa por su parte acaba por darme el empujón. Ella también lleva un vestido, solo que de color rosa palo, muy sencillo a la par que femenino.

-Buenas noches.- Saludo.

-Hola, Melanie ¿qué tal todo?


-Va benne. ¿Estás sola?


-Si lo dices por Tom- las pilla al vuelo, esta chica- sí, estoy sola. Se ha ido hace un momento… trabajo, ya sabes.

Por el tono de cansancio con el que lo ha dicho, sé que esconde mucho más de lo que su simple frase ha dejado entrever. Le propongo sentarnos.

-Las relaciones con un trabajo así de por medio siempre son duras.


-Claro.


-Pero vosotros lo lleváis bien, se os ve felices.- Continuo a riesgo de parecer típica, sé que esto se lo deben decir todos los días.

-Quiero a Tom más incluso que el primer día, pero eso no quita que quiera disfrutar más de él, por más tiempo; -hace una pausa- pero es su trabajo y lo respeto, igual que él respeta el mío.


-Lo sé.- Y lo he vivido, aunque no lo quiera admitir.- Tú y su trabajo le hacéis feliz, es como una amante con la que tienes que aprender a compartirlo.


-Exacto.


-A mi me pasa lo mismo.- Me sorprendo a mi misma confesándome, no entiendo muy bien por qué lo he hecho, pero supongo que necesitaba compartirlo con alguien que siente lo mismo.

-¿Es duro, verdad?


-No sé qué decirte, apenas se ha ido hace un mes…

Compartimos experiencias como dos amigas más con algo en común, pero en ningún momento le desvelo la identidad de Zack y no tengo muy claro el porqué. De repente suena el móvil de Giovanna.

-Es Tom.- Contesta levantándose. Al colgar, se excusa diciendo que tiene que irse.

De nuevo sola. Ni si quiera el champagne me acompaña ya. Pero no por mucho tiempo: Jacob no tarda en aparecer y dejarse caer a mi lado pesadamente, con un mojito en la mano.

-¿Qué tal la noche?


-Mmmm… ese camarero de allí me ha tirado los tejos.- Dice mirando hacia el chico tan guapo que me ha servido al principio de la noche, no estoy muy segura de si es cierto, el chico parece irradiar simpatía por todos los lados, quizás Jake lo haya confundido.

-Al menos está bueno, no te quejes.


-Maldito pederasta.- Lo pronuncia de una manera extraña en él, de una manera que suena a alcohol.

-Jake… ¿estás bien?

-No… -suelta una larga carcajada estúpida e infantil- estoy borracho.

Sí, está borracho, me cuesta admitirlo, pero mi dulce Jake, el que minutos antes se bañaba con gel con olor a piruleta ahora está borracho. Le quito el vaso de las manos y no ofrece resistencia.

-Aishhh, Jake, Jake…


-Melanie…


-¿Qué?


-A veces estoy triste…


-Es normal, Jake, todos lo…


-Prométeme que me llevarás a España.


-¿Cómo?


-Cuándo te vayas, ¿me llevarás contigo?


-Jake, estás bebido, no sabes lo que dices, luego te arrepentirás.


-Por favor Mel…- Unas lágrimas asoman tímidamente y me amenazan con invadir el rostro de Jake en mi presencia, algo que no puedo tolerar, estoy decidida a aceptar su trato a sabiendas de que está ebrio y mañana probablemente no se acuerde, pero él añade algo más:- estoy cansado de los insultos…

Termino de entender muchas cosas, pero especialmente el porqué Jake se siente así, insultos… solo hay un motivo, probablemente el más ilógico de todos, para que algo pudiera molestar a Jacob, ¿acaso se meten con él por lo que siente? Abrazo a mi hermano que queda dormitando sobre mi hombro. Su hermano no tarda en aparecer por allí y toma asiento en el sofá de al lado, a mi izquierda.

-¿Una noche dura?- Pregunta mirando a Jacob.

-Solo está…


-Borracho.

Suspiro, supongo que intentar cubrir a Jake ante su hermano va a ser complicado, sobre todo después de lo que hizo Jake esta mañana entregándole la tarjeta de la habitación a Adrienne.

-La versión oficial para tus padres es cansado ¿de acuerdo?

Él se encoge de hombros.

-Un día es un día.- Admite mirando con algo parecido al cariño a Jake.

-Gracias Josh.


-Qué envidia…- susurra mirándonos.

Y allí apareció la parte más dulce del primogénito: admitiendo que tenía envidia, no podría asegurar exactamente de qué, quizás de ambos, de nuestra relación o quizá de mí por ser capaz de darle un abrazo a Jake con normalidad.

Subir a la habitación fue más difícil de lo que en un principio te puedes llegar a plantear y es que no cuentas con el peso muerto de de tu hermano borracho o semiinconsciente, por supuesto la ayuda de Josh fue más que necesaria, aún así llegamos a nuestra habitación antes de la media noche del día siguiente, pero después del amanecer del día presente.

Al entrar decidimos que Jacob dormirá en la cama individual, de hecho, él así lo pide: a pesar de su estado tiene segundos de lucidez bastante nítidos. ¿Estará de acuerdo Josh con compartir cama esta vez?

-Bien, dejémoslo claro: aquí hay una línea.- Dice Josh con cara de concentración pasando su dedo índice por el centro de la cama doble- Se trata de no sobrepasar, por supuesto, dicha línea.


-No te voy a violar, Josh.- digo sin hacerle mucho caso, lanzando mis zapatos lo más lejos posible de mí, siempre me destrozan, los traidores.

-Mira, mejor, duerme en el sofá.


-Duerme tú en el sofá, no te jode.


-No, no me da la gana. Volvamos al plan inicial.- Le interrogo con la mirada.- ¡La línea, Melanie! ¡La línea!


-La línea, la línea, claro.

Me tumbo al fin en mi lado de la cama, el mismo que he ocupado al dormir con Jake. Josh se lo piensa un poco más, pero también acaba acostándose, estoy demasiado cansada como para pensarlo demasiado, pero juraría que estoy cogiendo confianza con Josh. Buenas noches mundo, sueña con Hawaii.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Capítulo 37

En la habitación, Josh se tumba en la cama de matrimonio tras la comida, le miro con desagrado, quizás para él sea una costumbre, pero yo no pienso desaprovechar toda una tarde durmiendo.


-¿Piensas pasarte toda la tarde tumbado en la cama?

-No…- se pone las manos tras la cabeza- pienso pasarme toda la tarde tumbado en VUESTRA cama.


-Qué planzazo… y yo te hacía divertido…

Consigo provocarle, se levanta y me mira un tanto picado.

-Vale… quieres diversión…- parece concentrarse y comienza a pensar en voz alta- Si fueras un tío te llevaría a un puticlub, pero a las chicas os gustan las cosas bonitas y eso ¿no?

Me encojo de hombros, me da miedo asentir, no sé qué entiende él por “cosas bonitas”. Lo toma por un sí y sale de la habitación, le sigo con un poco de miedo.

Llegamos a la recepción, mira con disimulo a los empleados del hotel que se encuentran tras el mostrador y se sienta en una de las butacas, hago ademán de sentarme a su lado pero me frena bruscamente y señala a la salida. Le interrogo con la mirada, pero Josh ya no me mira, ha concentrado todo su ser a un periódico de ayer y sigue señalando la salida con la cabeza, obedezco, no intento comprenderle, pues entender la teoría del Big Bang explicada por un chimpancé me resultaría más sencillo.

Tras diez minutos me siento en las interminables escaleras que conducen a la entrada del hotel. La gente que entra o sale me mira con cara de desaprobación, como si no me estuviera permitido profanar esas escaleras con mi trasero. Les ignoro, aunque me gustaría poder devolverles la mirada de asco, deberían aprender a hacer conmigo lo que hacen cuando se encuentran con un mendigo en la calle: ignorar.

Suena mi Iphone, es Josh, le maldigo en voz baja antes de saludarle.

-Tienes que ayudarme.- Con esa frase recuerdo la vez que me prometí no volver a ayudarle a riesgo de acabar yo en la cárcel.

-¿A hacer algo ilegal?- Intento cerciorarme.

-El soborno no es ilegal si aceptan.- Cerciorado me he.

-¿Qué quieres?


-Asómate a la entrada- así lo hago- ¿ves a los recepcionistas?- Un chico y una chica de uniforme, los mismo que estaban tras el mostrador cuando bajamos.- Bien, tienes que distraer a la chica.


-¿Por qué a ella?


-Mírala, está demasiado segura de sí misma, no sería fácil que aceptara, además es una histérica-paranoica, si me acercara solo para pedirle una chuchería acabaría en la cárcel acusado de violación.

Me río con la metáfora.

-De acuerdo, ¿y tú qué harás?


-Lo intentaré con el chico, le ha costado conseguir este empleo, no creo que se la juegue por un crío pero puedo intentarlo.


-Como me acusen de cómplice por tu culpa…- Tarde, me ha colgado, le veo levantarse a través del cristal, entro.

Me dirijo con inseguridad hacia la chica, de nombre Evelyn según su tarjeta de identificación, pero antes, y con el fin de sentirme más segura, saco mi tarjeta de crédito y jugueteo con ella hasta que Evelyn me atiende. Mientras, por el rabillo del ojo veo a Joseph hablar con el chico.

-Buenos días ¿en qué puedo ayudarte?


-Buenos días… esto… Evelyn… Me gustaría saber si te queda alguna suite libre.- Me mira con disgusto hasta que se percata de la tarjeta en mis manos, entonces me dedica una educada sonrisa y se apresura a consultar el ordenador.

-En este momento quedan dos.

Joseph ya no sigue hablando con el recepcionista.

-¿Y alguna es mejor que la otra?- Evelyn mira confusa la pantalla del ordenador.

-Pues… la 16 tiene más metros cuadrados pero la 17 tiene vistas al mar.

Hace dos minutos que Josh ha salido, creo que es suficiente.

-¿Sabe qué? Mejor déjelo, muchas gracias por su ayuda.

Me dirijo a la salida sin darle tiempo a Evelyn para replicar. Josh me espera fuera, algo alejado. Me explica que no fue necesario domarlo, le dijo lo que quería saber sin ningún tipo de soborno.

-Ha llamado a la empresa de alquiler de coches del hotel, les ha explicado que el coche es para una chica mayor de 16 años.- Empiezo a comprender, en la mayoría de los estados, la edad mínima para conducir son los 16, aunque cobran un suplemento por ser menor de 18.- Así que… bueno… ¡bienvenida a tu nueva identidad Margaret!


-¡¿Qué?! ¿De verdad es necesario todo esto?- No entiendo porque tengo que fingir que tengo la licencia para conducir cuando no es así.

-No… pero es divertido.


-¡Joseph Armstrong!- me mira divertido, retándome a empezar una pelea. Es superior a mí, me siento vencida antes de empezar.- Háztelo mirar, en serio.

Él se limita a reírse. Al cabo de un cuarto de hora aparee nuestro coche: un Mini Cooper, estoy a punto de saltar de alegría, digo más, de abrazar a Joseph.

-¿Cómo sabías que me encantan los Minis?


-¿Eh? No lo sabía- se dirige al coche- me gustan a mí.- Y abre la puerta del conductor.

-Josh… pensaba que conduciría yo.- Comento entrando en el borde de una depresión.

-¿Tú? ¿Acaso sabes conducir?


-Pues claro.- Contesto con la mayor convicción posible, en realidad no sé, pero con un Mini Cooper aprendo hasta a hacerlo volar.

-Pues bien por ti, sube- señala el asiento de copiloto.

-Ni hablar. Déjame conducir.

Como única respuesta, Joseph abre la puerta de copiloto, ni si quiera me mira, es como si supiera que voy a acabar cediendo, como si el hecho de creer que es tan fantástico y tan superior a cualquier ser humano fuera a hacer que yo también lo pensara, es cierto que envidio su seguridad, pero nada más. Finalmente subo en el asiento de copiloto.

-Josh- decido interrumpir el silencio que llevaba acompañándonos desde la salida del hotel.- ¿Has pensado en dedicarte a la psicología?

Me mira confuso. Me ha impresionado el trabajo que ha hecho con los recepcionistas, los ha entendido con solo mirarlos, Josh tiene cualidades increíbles.

-¿Tienes algún problema que quieras contarme?


-No, lo decía porque…


-Menos mal, tampoco quería escucharte.- Dice muy secamente.

-Eres un borde, ¿sabes?- Comienza a reírse.

-Es broma, Mel. Siempre estás a la defensiva… Respecto a tu pregunta, sí lo he pensado, pero no creo que lo haga.- Traga saliva- no quiero seguir estudiando.


-¿Y eso?


-No se lo digas a papá ni a ma… Adrienne.


-Tranquilo.- Me estoy acostumbrando a guardar secretos entre la familia.- Pero si no sigues estudiando ¿qué harás?

-Me ganaré la vida con la herencia de papá- hago una mueca de desaprobación que vuelve a provocar su risa.- En serio Mel, le quitas la gracia a todas mis bromas. Qué desperdicio de persona…


-Es que no te entiendo, Josh- contesto ofendida- estás hablando de algo como tu futuro y te lo tomas a chiste.


-¿Y tú, Mel?- su sonrisa se suaviza a una expresión muy seria- ¿qué será de tu futuro?- No entiendo a dónde quiere ir a parar, pero por su expresión, deduzco que lo que viene a continuación no me va a gustar, fruto de su sinceridad.- Cuando acabes tu carrera y tengas que volver a España ¿qué pasará entonces? ¿Qué le dirás a Zack, que ha sido tu ligue de vacaciones? Unas vacaciones muy largas ¿no?

No, desde luego, no me ha gustado nada. Jamás había pensado en el final de mi estancia en América, no me gusta mirar hacia el futuro, vivo el hoy, por eso, según Zack, tiendo a llegar tarde a los sitios. Zack… ¿qué le diré entonces? Josh me saca de mis preocupaciones.

-¿Ves? Por eso es mejor tomárselo a chiste.


-No quiero pensar en mi futuro, no ahora.


-Pues no pienses, Mel. Disfruta de esto.

Aparca el coche.