domingo, 30 de mayo de 2010

Capítulo 14

Echamos a andar con dirección a la playa, tengo muy claro lo que busco y tengo claro dónde está, de lo que no estoy segura es de si la tarjeta de crédito que llevo en el bolsillo será suficiente para pagarlo. Una vez allí, me dirijo alegremente a un restaurante de estos que enseñan en los programas de españoles que se han mudado a otras zonas del mundo y con razón, en vistas del panorama…


Se trata de una pequeña sala, un simple hall donde el maître nos indica la dirección al verdadero restaurante: tras subir la cantidad de escalones equivalentes al Empire State, alcanzamos una azotea con vistas a toda la playa en la que unos biombos hawaianos separan a unos clientes de otros, el hombre nos acompaña hasta nuestra zona, cuenta con una mesa redonda de la altura de un pequinés y dos hamacas de mimbre con cojines que parecen de algodón de azúcar.

El camarero no tarda en traernos la carta, Zack siguiendo la tradición de sus colonizadores ingleses, se pide un té con hielo, yo siguiendo con la tradición española de probar cosas nuevas, me pido un batido cuya presentación en el menú es maravillosa: se trata de una piña vaciada por dentro y rellenada con alguna bebida refrescante, tiene buena pinta…

-Me gusta este lugar…


-Me alegro. El plan es dormir la siesta.

Me tumbo y noto una mirada asesina de Zack.

-¿Dormir? Será una broma…


-No, no es ninguna broma. En España dormimos después de comer.


-Pero no estamos en España y ya hace media hora que has comido.


-¿Y qué hacéis vosotros después de comer, maldito americano?

Nuestra conversación se ve interrumpida por la llegada del camarero, que coloca las bebidas y extiende una bandeja con la cuenta, pongo mi tarjeta y desaparece.

He acertado con la bebida, no distingo el sabor, es alcohólica pero está deliciosa y el detalle de encontrarse en una piña era absolutamente tentador. Me coloco el recipiente tropical en el regazo y cierro los ojos. La brisa me mece y el sonido de las olas estallando en la orilla me acaricia produciéndome una sensación placentera y, por supuesto, el hecho de que Zack esté tumbado en su hamaca ayuda a todo esto… ¿tumbado? Abro mis ojos y le miro disimuladamente… sí, está tumbado boca arriba con el vaso entre sus manos, sobre el pecho.

Vuelvo a lanzarme a los brazos de Morfeo pero no por mucho tiempo:

-Mmmm… ¿Melanie?


-¿Queeeé?


-No puedo dormir, estas no son horas…

Suspiro y me incorporo, él me imita, como si, al hacerlo yo, le hubiera dado permiso a él para hacerlo. Somos tan diferentes… él casi me mata esta mañana intentando introducirme en su mundo y yo casi lo mato de aburrimiento por lo mismo.

-Quizá no haya sido buena idea.

-¡No! Si la idea me encanta, el sitio, el tiempo, la compañía…- Le sonrío.- Pero no voy a dormir.

-Vale pues cuéntame cosas tuyas, entonces.


-No hay mucho que contar y lo que se puede contar está en wikipedia.


-¿Qué hay de lo in-contable?


-Suponiendo que te lo contara ¿qué te gustaría saber?

No tengo que pensarlo demasiado, sabía que se lo preguntaría cuando tuviera la mínima oportunidad.

-¿Qué locuras has cometido por amor?

Baja la cabeza sonriendo, como si se lo estuviese esperando.

-Solo una…- me retira la mirada y fija su vista en un punto más allá del mundo físico, intentado recordar- Me recorrí el país entero conduciendo, de mi casa hasta Nueva York, necesité dos días y apenas dormí por la noche.


-¿Funcionó?

Vuelve a posar sus ojos en mí y sonríe.

-Funcionó.

Dejo que el silencio nos empape por un momento, necesito centrarme, no sé muy bien como tomarme esa información. Por una parte, parece que está feliz con esa persona, por otra, wikipedia dice que está libre.

-Lo mejor fue el día que llegué, tocábamos por la noche en Los Ángeles y no me quedaba dinero ni gasolina para volver. Llamé desesperado a la organización, me tuvieron que pagar un vuelo exprés y luego me cayó una bronca impresionante…

Me rio con cada gesto, mueve mucho los brazos y apenas los labios, lo que hace que cada vez valore más el lenguaje de signos con él.

-¿Y tú?


-Pues yo no me he cruzado el país entero hasta la costa este en un par de días…


-¿Ninguna locura?


-Nada.


-¿Por qué dejaste España, entonces?


-Ya empezamos…


-¿No quieres contármelo?


-No es eso…-yo sola me delato, voz de excusa típica.


-Vale.

Le molesta y no intenta disimularlo, está claro que no le parece bien que, tras haber compartido una de sus experiencias conmigo yo no haga lo mismo, pero nadie dijo que esto era un intercambio.

-¿Qué es lo que más echas de menos?


-A mis amigos y a mi familia, algunas costumbres… No sé, soy muy privilegiada teniendo lo que tengo.


-Lo somos.

Zack se ha terminado su té y deposita el vaso helado en la mesa, se sitúa en la postura más cercana a mí, sentado con la mirada hacia mi presencia y entrelaza las manos.

-¿Amigos y familia?


-Eso he dicho.


-¿Nada más?


-¿Qué más quieres que me deje, Zack?

Él no responde y yo no le entiendo, pero la pregunta que iba a salir disparada cual fuego artificial por mis labios queda anulada con el regreso del camarero, “maldito sea el servicio snob”. Al terminar de guardar la tarjeta ya he olvidado por dónde iba nuestra conversación.

-¿Cuándo te irás?- me pregunta.

-Cuando tú me eches.- Bromeo, sé que quiere saber cuándo dejaré California para volver a enfrentarme a mi verdadera vida, pero por el momento no veo otra vida lejos de él, tampoco lo deseo. No sonríe con mi broma, me mira seriamente.- No lo sé…


-A todo lo que te pregunto o no lo sabes o no lo quieres saber, Melanie. No creo que una relación funcione así, no sé en España pero aquí nos gusta confiar en los amigos.

Le retiro la mirada, trago saliva y empieza la coctelera estomacal… Sé que tiene razón pero es Zack, no puedo verlo como a un amigo más ¿se lo digo? No, sí… ¿quizás? Maldita sea, se lo digo. Bebo un largo sorbo de mi bebida (aún tengo la ligera esperanza de que el alcohol termine el trabajo que yo no me atrevo a hacer) suena el ruidito de la pajita intentando aspirar en vano, se me acabó el tiempo, me toca.

-Es que… yo…- suspiro, va, de carrerilla Melanie- yo no te veo como a un amigo.

Él abre mucho los ojos, me mira pero no aguanto mucho la mirada. Se levanta ¿qué he hecho? Me he quedado sin nada, adiós al motivo que, en su día, me hizo no quemar la bandera. Pero Zack no se va, su reacción es la que menos me podría esperar.

El chico ocupa mi hamaca lentamente, se tumba a mi lado, empujándome a la esquina, de hecho, casi me caigo, no conseguía encontrar la neurona cerebral que me ayudase a conectar aparato locomotor con sistema nervioso, soy un simple muñeco manejado por el propio Zack Merrick. Él me pasa un brazo por detrás, de manera que quedo recostada sobre su hombro, me besa el pelo y, al contrario que la Bella Durmiente, me sumerjo en un profundo sueño.

Puedo decir que resulta la mejor siesta de mi vida, la única en la que sueño y realidad no quedan separadas por el despertar. Cuando despierto descubro que él también se ha dormido, creo que ya puedo morir, después de haber visto esa imagen podrían asesinarme y moriría feliz. Le acaricio la mejilla deteniéndome en cada poro, en cada célula. Parpadea hasta abrir los ojos por completo. Me mira y frunce el ceño.

-Maldita sea, me has convencido…


-A partir de ahora siesta todos los días.


-Si invitas tú, me apunto.

Son las nueve de la noche y el sol nos abandona, también la playa se ve despreciada por surfistas y bañistas lentamente. Zack me propone volver, pero me niego a levantarme, escondo mi cara más en su hombro: ocultándome de su propuesta en su olor a canela. No duro mucho, él se separa y me quedo sola.

-Vale, vamos a dormir, bebé…-le digo con reproche.

Para romper con el tópico, soy yo la que le acompaña a casa y, vale la pregunta de siempre… sí, hay beso, pero, para ser el primero me sabe a poco: nuestros labios se juntan por un instante pero, no puedo recrearme: un grupo de jóvenes nos interrumpen escandalosamente, juro que no me apetece otra cosa más en ese momento que prenderle fuego a sus casas una por una, miento, hay algo que me apetece más pero ya está entrando en casa y, de hecho, mi aparato locomotor va independientemente de resto del cuerpo y me está llevando de vuelta a mi habitación.

sábado, 22 de mayo de 2010

Capítulo 13

Llego a casa justo a la hora de comer, el servicio está preparando la mesa en el jardín trasero, genial, me apetece una comida casera en aquel paraíso, pero estoy magullada, tengo agujetas hasta en las pestañas y los hematomas serían dignos de libro guiness de los records.


Me asomo por la puerta de la habitación de Jacob, se asusta de mi aspecto, pero no esperaba menos, parezco un lisiado de guerra: mis ropas están completamente arrugadas y mi postura no indica jovialidad precisamente. Jacob acude corriendo hasta mí con cara de preocupación.

-¡Melanie! ¿Qué has hecho?


-Jacob…


-¿No habrá sido Zack?


-¡¡Síiiiii!!¡¡Es culpa suya!! ¿Tienes pomada?

Él sonríe creo que ha descubierto que la culpa fue mía y solo mía… Jacob tira suavemente de mí por la muñeca y me arrastra hasta el baño donde me tiende un pequeño tubito con olor, no tengo muy claro con que identificar el olor pero desde luego, a algo que coloca. Recorro con mi mirada cada nuevo moratón de mi cuerpo, cada tatuaje, cada recuerdo vivido esa mañana…

Tengo uno bastante grande en la rodilla: Zack considera emocionante el skate y me arrastró a su patio dónde tiene un pequeño paraíso skater, caprichito de “divos”. Pues bien, empujada por su entusiasmo lo probé… Nada más que decir: mi rodilla da a entender suficiente, la acaricio con cuidado untándole el potingue de Jacob, está helado y, a parte, cada caricia es como un puñetazo. Ahora toca el codo, he de decir que este va a juego con el de la barbilla: fueron fecundados a la vez. Me llevó a la playa para conocer a sus amigos, todo normal, pero mientras él hablaba con ellos, se me ocurrió probar su tabla nueva… No lo recomendaré nunca más a no ser que me paguen con la moneda más cara e internacional del mundo, mi instinto me empujó a arrastrar la tabla hasta el agua y luego intentar colocarme de pie en ella: caída instantánea, barbilla y codo derecho chocaron con la dura superficie de la tabla y aún viene Zack riéndose hacia mí: “¿A quién se le ocurre subirse a la tabla en 30cm de agua?” Bien por mí, encima sus amigos no dejaban de reírse, pero no me importa, de toda la mañana solo me quedo con un momento mágico: entramos juntos a un bar para tomar algo y a él se le cayó la cartera del bañador, que oportuno el diminuto objeto, ambos nos agachamos a cogerlo con tanto ímpetu que el impacto de nuestras cabezas fue mítico, a él, al parecer, no le ha dolido demasiado, porque se ha levantado en seguida riendo a carcajadas, pero a mí me ha dolido hasta tal punto que mis lágrimas casi recomponen el Amazonas. Él me ha sorprendido sujetándome el rostro entre sus manos y posándome un beso en el lugar donde me había atacado con su cabeza mientras exclamaba: “Oh! Little girl!”

Me miro en el espejo, en la frente no tengo moratón pero está algo enrojecido por el golpe, de todos modos, no pienso profanar esa zona de mi cara con crema de porreros.

Salgo al jardín, huele a barbacoa y una sensación de alivio me recorre todo el cuerpo, como si me hubiese alimentado con ese simple olor. Tanto Adrienne como Joseph me miran asombrados, les explico que no se preocupen, que he tenido un día duro y emocionante.

La comida resulta agradable, Joseph sigue frío y distante conmigo, pero no tan borde, supongo que eso es un avance. Jacob está animado, tiene una personalidad que le hace estar así, cuando hay buen ambiente a su alrededor él está radiante y espléndido: de buen humor y se nota, nos lo contagia a los demás. La comida resulta un completo éxito debido a la gran noticia que nos da Adrienne a todos: Billie Joe llegará en dos semanas. Eso me anima, por fin volveré a ver a mi padre desde hace mucho tiempo. Aunque nadie sabe cuánto tiempo piensa quedarse, ha sido como una cascada de luz para todos y a mí aún me queda navegar durante el día…

Tras terminar la comida vuelvo a salir, había quedado de nuevo con Zack, nuestro plan inicial era ir a comer a algún restaurante de la playa pero ya que yo no estaba en condiciones de ir a ningún lado, lo habíamos aplazado para después de la comida. Cuando lo encuentro me informa alegremente de que ha conseguido dos entradas para la pista de snowboard artificial de la ciudad.

-Zack, si quieres matarme puedes hacerlo de otras maneras más sutiles.

Me mira preocupado, me derrito al ver su mirada de “siento haberla cagado otra vez”. Le sonrío y le pido elegir plan yo. No se niega. Bien, ha llegado la hora de comenzar a conquistar el mundo a base de instaurar costumbres españolas en USA…

viernes, 14 de mayo de 2010

Capítulo 12

La vuelta a casa fue más rápida que la ida, por un motivo muy simple: no quería llegar, no quería enfrentarme a Joseph de nuevo, pero iba a hacerlo, lo había decidido justo en el momento en el que le había confesado a Zack todo, porque con dos simples palabras le había desvelado mucho y ahora sé que tengo su apoyo.


La puerta del jardín se alza violentamente ante mí, amenazándome mientras me invita a pasar, antes de enfrentarme a su estado vigilante me despido de Zack deleitándome en sus ojos de nuevo. Allá voy…

Su madre me informa de que ha bajado al sótano y allí me dirijo, no tengo muy clara la idea de sótano yanqui, pero estoy segura que aquel no era la definición más certera: un pequeño gimnasio ilumina aquel espacio que, estoy segura, comparte techo con el suelo del salón y parte del despacho… Hay algo más en aquella mini-ciudad subterránea: oigo el sonido de una guitarra eléctrica, Joseph, imagino.

Espero con tranquilidad a que termine, nado entre su música: son notas violentas, con furia, me dejo envolver por una melodía que escupe notas contra las paredes insonorizadas con ira contenida. Termina, me dispongo a entrar cuando vuelve a empezar, ya he abierto la puerta, no me voy a volver atrás. Al verme, no me mira con furia, ni asco, ni desconfianza ni ningún sentimiento “del lado oscuro”, simplemente me mira.

-Me dijo mi madre que vendrías a hablar conmigo cuando volvieras…


-Sí… Ahora que estoy aquí no sé qué decirte. Debería haber preparado algo.


-Yo tenía algo pensado: lo siento.


-No hace falta que mientas.

Una sonrisa de satisfacción se le dibuja en el rostro: he adivinado. Se sienta en un taburete de batería y yo lo imito.

-Solo miento en parte. Siento haber sido tan brusco, pero es la verdad: te odio.

-Puedo entenderlo, te estoy robando a la familia. No es esa mi intención, Joseph, me gustaría poder hacértelo entender pero no sé…

-Melanie- me interrumpe él – no te odio por eso.


-¿Entonces?


-Te odio por no tener razones para odiarte.

No le entiendo, me sorprende su respuesta y mi expresión lo da a entender, él se pasa las manos frotándose el rostro con cansancio.

-Esperaba tener una hermana odiosa: con aspecto de diva y personalidad superior al resto de la humanidad, tan fácil de odiar… Alguien que no ayudara en casa y fuera la repulsa humana de mi madre. Pero me encuentro contigo, no molestas, ayudas en casa, has enamorado a Jacob… no sé, me gustaría tener motivos para odiarte pero no los encuentro…

Puedo entenderlo, en el fondo es como lo que me dijo Jacob: envidia, creo… Asiento para darle a entender que lo he comprendido y dejo a mi vista pasear libremente por la sala insonorizada a través de las diferentes guitarras que decoran las paredes, además de las que acompañan a sus soportes en el suelo. Me fijo en la clásica Gibson Les Paul negra, la cojo con suavidad y la deposito en mi regazo.

-Empieza, yo te sigo.

Así nuestras notas empiezan una cruenta batalla intentando sobreponerse las unas a las otras hasta que finalmente se funden en una única y ruidosa melodía.

Parece extraño despertar de nuevo en mi cama, siempre y cuando la pueda considerar mía… Sé que solo cuando regrese a España tendré contacto con lo que verdaderamente defino como mío.

La casa está silenciosa, no oigo ni siquiera el teclear del teclado de Adrienne. Tampoco ningún ruido me sorprende al abrir mi ventana ¿sigo en un sueño? Me recorro la casa (para lo cual empleo casi diez minutos) pero nada, nadie… Me pregunto si el destino quiere someterme a alguna prueba comprobando si soy capaz de sobrevivir un día en casa yo sola y que la casa también sobreviva, claro. Imposible. Antes de acabar quemando el hogar Armstrong o algo peor, desayuno un ligero zumo, termino con la rutina del baño y salgo a la calle.

¿Es necesario decir mi recorrido? La dirección está clara, mi destino también, mi objetivo ya no tanto… Tras tres intentos llamando al timbre aún no ha contestado. No está, lo sé, pero no me muevo de la puerta, comienzo a tocar el timbre a ritmo de una melodía propia de bocinas de hinchas de partidos de fútbol.

-Lo vas a fundir.- Me sobresalto de manera exagerada al oír a Zack detrás de mí.- Qué pronto te has despertado hoy.

Miro mi reloj, efectivamente, son las nueve de la mañana: con razón no había oído a nadie, Adrienne debe de estar durmiendo aún. Zack respira agitadamente, está completamente sudado, por la hora deduzco que acaba de terminar sus entrenamientos diarios.

-Me aburría en casa.- Miento.

-¿Y tú casa no tiene timbre?- Siempre tan agudo.- Pasa, anda.

-No quiero molestar…


-Demasiado tarde.

Trago saliva, pero al mirarle a la cara compruebo que está sonriendo.

-Voy a la ducha, quédate ahí quietecita- señala el sofá y me lanza el mando a las manos- no me rompas nada, por favor.

Pobrecito, Alex y Jack han debido de darle mucho trabajo… Espero pacientemente a que termine, pongo la Mtv y le aumento el volumen hasta que dejo de oír el sonido de la ducha: es difícil concentrarse sabiendo que Zack se encuentra a medio minuto de ti bajo ese sonido que intenta restregarte que está recorriendo cada parte de su cuerpo, ni Magnum produce una tentación tan grande como aquel sonido.

Baja tranquilamente y una expresión de alivio se asoma cuando me ve justo donde me ha depositado anteriormente. Le sonrío con inocencia.

-Bueno, ¿qué quieres hacer?


-Ayer elegí yo…- digo pasándole el peso de la elección a él.

-Has sido tú la que ha venido a buscarme.


-Jo Zack… No conozco la ciudad no sé qué proponer…


-De acuerdo, entonces prepárate para el día más emocionante de tu vida.


-El día más emocionante de mi vida será cuando Jesse McCartney me pida matrimonio, Zack, no creo que puedas superar eso.

-Déjame intentarlo.- Dice riéndose.

sábado, 8 de mayo de 2010

Capítulo 11

Se me ocurre que podríamos ir a recoger a Jacob del colegio, yo no tengo ni idea de dónde se encuentra el mismo, pero le comunico el nombre al chófer y asiente con gran sabiduría. Y allí acabamos, en un aparcamiento donde el elegante BMV de Zack parece hecho con excrementos de antiguos coches, pura chatarra al lado de la gran cantidad vehículos de diseño que estaban allí: esos sí que son los verdaderos amigos del hombre. Distingo en el lado opuesto a nosotros el elegante vehículo de Samy.


Salgo del resguardo del coche de Zack y su compañía para esperar a mi hermano, no tarda en salir cargado con una bandolera y unas carpetas en los brazos, le saludo con la mano pero no me ve, empiezo a dar saltitos y a llamarle (toda la nobleza allí presente me mira con desprecio) ¿Cómo ha podido acabar alguien como mi padre enviando a sus hijos a un sitio así?

Parece asombrado de verme allí y contento a la vez, le comunicamos a Samy que Jacob no va a ir a casa, espero que eso no suponga una molestia para Adrienne pero, tras una llamada del favorito de sus hijos, todo queda solucionado y nos dirigimos al coche de nuevo.

-Y ahora, Armstrongs, os voy a llevar al restaurante más internacional y prestigioso del mundo.- Nos sorprende Zack al entrar en el coche.

He de ser sincera, cuando me encuentro ante una “M” amarilla gigante pienso que el restaurante no puede quedar mucho más lejos, de hecho, miro alrededor, pero, por el bien del patrimonio de la ciudad no han puesto el restaurante de mis sueños al lado de esta “M”…

-Wooh, me encanta McDonald’s,- suspira Jacob hambriento.

“Será una broma” pienso, pero pongo buena cara por si acaso no lo es… Zack parece disfrutar con mi rostro de incredulidad mal disimulada.

-¿Qué? ¿No te gusta?

Jacob baja del coche y entra en el “restaurante más internacional y prestigioso del mundo”, miro a Zack sin disimular mi opinión.

-¿Te soy sincera o prefieres que celebre tu elección?

-No me tientes, Melanie, no me tientes…- Dice abriendo la puerta del coche.

“No te tiento, Zack, no te tiento” Entro al restaurante y me encuentro a Jacob ya enfrente de la cajera, me cuelo hasta llegar hasta a él, la gente me mira con mala cara, pero no me importa. Sonará cruel pero la mayoría son yanquis obesos con cara de hambre, uno de ellos empieza a gritarme y le miro con aburrimiento, me giro para intentar pasar inadvertida, sin montar mi primer numerito en el país del tío Sam. Jacob sigue pidiendo, el hombre aumenta el tono de su voz y me giro:

-Si puedes sobrevivir a una hambruna mejor que el resto de población, ¡podrás aguantar cinco minutos más!- Le respondo en castellano, de eso que me libro, si no podría haber visitado en breve un hospital americano y, por supuesto, haberle soplado una cantidad considerable a las arcas de mi padre… ¡Dios bendiga la sanidad en The United States!

Zack se apresura desde el final de la fila y me coge por el brazo para sacarme de allí antes de aquello vaya a más, pero Jacob ha terminado su pedido y comienzo yo, carraspeo:

-¡Un Happy Meal, plish!- pongo acento inglés para dejar claro a aquel hombre que estoy por encima de aquello y, que debe entender que en mi país nos colamos descaradamente y no montamos esos numeritos… estoy exagerando, quizás no lo entienda con un simple acento mal puesto, pero el mensaje de desprecio ha quedado medianamente claro.

Por último Zack no tiene más remedio que colarse para pedir él también: él paga. Nos dirigimos con las bandejas a uno de los sofás multicolor y nos sentamos, Jacob y yo juntos, Zack enfrente.

-¿Suele ser así normalmente?- pregunta Zack mirando a Jacob.

-Normalmente es peor.- Le contesta con la boca llena.

-La imagino en el supermercado con una bomba nuclear por si alguien le replica que se ha colado…

Jacob se ríe, atragantándose con la comida.

-Estoy aquí, chicos.

-¿Cuándo piensas volver a casa, Melanie? – me pregunta Jacob sin mirarme, como si quisiera quitarle importancia al tema, pero Zack lo hace al contrario y fija sus ojos en mí.

-Como Zack me estropee la hora de la siesta como esta mañana, muy pronto.


-No, si tendrá queja…


-Pues claro que tengo queja, señor marqués ¿qué forma de tratar a los invitados es esa? No me extraña que se hayan ido los demás…

Pero en una conversación rodeada por un coro de bromas, Zack no tarda en cagarla:

-¡Dentro de poco empezamos gira!

Suelto mi hamburguesa inconscientemente, pero segundos después estoy rectificando mi reacción espontánea cogiendo el vaso de refresco. Sé lo que significa que se vaya de gira… mi padre me ha enseñado su significado de la manera más dura, basta con decir que la última vez que lo vi fue hace hoy, exactamente, dos meses. No quiero que Zack se vaya… mis motivos están claros: egoísmo puro y duro, pero además siento que me lo debe, al fin y al cabo, yo sigo aquí y creo que su opinión tuvo mucho que ver en mi decisión. Absorbo ligera y lentamente con la pajita antes de volver a preguntar.

-¿Cuánto tiempo...?- No termino la pregunta.


-Los dos primeros meses estaremos por Estados Unidos, luego nos toca otro mes en Reino Unido, después Europa y volveremos a un festival de Inglaterra que aún no está confirmado el cartel pero nuestro management está organizándolo todo, en total: casi seis meses sin pisar mi casa.

Acabo de soltar el vaso pero su respuesta me seca la garganta hasta tal punto que recupero mi fuente de repostaje violentamente.

-Tú lo tienes más fácil- comienza Jacob- quiero decir, nadie te espera en casa ni nada…

-Ahora sí.- Añado yo. Distingo un nuevo brillo en la mirada de Zack, unos ojos dulces analizan mi mirada, no me incomoda, al contrario de lo que pueda parecer, me siento como en casa danzando en ese mar que son sus ojos, un mar que refleja pureza y promete el cielo. A partir de ese momento supe que algo entre nosotros había cambiado: no habíamos compartido cama, ni bronca, ni tampoco hemos estado a punto de morir juntos, pero sé que estamos más unidos que antes.

Jacob interrumpe el momento con un carraspeo y Zack se apresura a contestar.

-Gracias, chicos. De todos modos, volveré a ver a mi familia cuando toquemos en Baltimore, eso me anima.

Terminamos la comida y depositamos las bandejas en su lugar correspondiente antes de abandonar el lugar. El plan a continuación era conducir hasta un centro comercial normal (y con normal me refiero a uno cuyas tiendas están al alcance económico de más de diez personas contadas de todo el estado de California) y es que, al ser final de mes, nuestro padre nos había pasado la paga, una paga excesiva, he de decir, pero sin llegar a ser millonaria. Antes de la discusión, Adrienne me había entregado una tarjeta de crédito por petición de mi padre, algo que le agradecí por myspace.

Entramos en aquel país de las maravillas diseñado a lo Victoria Beckam: pijo y europeo, oh yeah! Resulta de aquello un perfecta y completa tarde. Jacob acaba con dos adquisiciones de la casa de Ralph Laurent y una exquisitez de Levi’s. Zack, por su parte, resulta con diversas prendas de Nike: dos pares de zapatillas y algunas sudaderas bastante básicas. Yo me doy el capricho padre también, por supuesto: un par de Chuck Taylor nuevas (Converse, para los ignorantes) un libro de un autor español (testearé a los traductores americanos por primera vez) y tres Cds; sí, un libro y CDs: cosas tan normales que rayan la vulgaridad en ese mundo de materialismo, un mundo donde se compra dignidad y se venden sonrisas.

Capítulo 10

Al terminar de ducharme, en casa de Zack oigo gemidos e insultos que, si los escribiera, serían censurados mediante asteriscos en el lugar de las vocales… curiosa censura. Me dirijo a la habitación de donde proceden esas quejas rápidamente, sin ni si quiera pensar en qué ponerme: aún llevo la toalla alrededor del cuerpo pero es que no me he traído más que la ropa que llevaba. Zack está peleando con un puñado de sábanas intentando hacer la cama.


-¿Te ayudo?

-No, si yo…- se tropieza y cae sobre el colchón.- Maldita sea…

-Esas sábanas son pequeñas para esta cama.

-De acuerdo, voy a por sábanas…-dice rindiéndose- y vístete, me estás dando frío.

-Es que no me he traído ropa…- le digo mirando al suelo.

-Vale, te dejaré algo.

Regresa con un nuevo juego de sábanas y me tiende una camiseta de Kill Brand y unos pantalones de chándal.

-Siempre he querido una camiseta así…- comento mientras le ayudo a hacer la cama.

Una vez que está hecha me mira y pone los ojos en blanco.

-¿Te quieres vestir? Es increíble que tenga que repetírtelo.

Me río, no conocía esa faceta suya tan paternal. Una vez que he obedecido me dirijo a la cocina desde donde lo oigo trastear. Huele muy bien y recuerdo una de mis necesidades biológicas que había olvidado tras la pelea: el hambre. El anfitrión me pide que ponga la mesa y así lo hago.

Durante la cena le agradezco hospitalidad, él me responde que siempre es agradable tener compañía, e incluso a menudo echa de menos a sus compañeros de banda: al no tener tanto trabajo como el que le daban no sabe qué hacer con su tiempo.

Después de cenar vimos una peli: demasiado aburrida y además no entendía la mitad de los diálogos ¿qué clase de inglés era ese? Pero en fin, ahí estaba yo, soportando la soporífera película hasta que Zack dijo que se aburría y me preguntó si tenía sueño.

-Un poco.- Respondo.

Me acompaña hasta mi habitación, como si no hubiera estado antes “no olvidaré tu caída” pienso, agradeciendo no haber sido yo la que ha hecho el ridículo esta vez.

Dormir me resulta difícil, cada segundo se convierte en minuto y cada minuto, en hora; tampoco pienso en nada en especial, pero la sensación de estar durmiendo en la casa de Zack hace que me estremezca a cada instante. Llega un momento en el que oigo la respiración de dueño de la casa más pausada y sosegada que antes, por un momento tengo la tentación de levantarme e ir a su cama (siempre podré alegar sonambulismo) pero no me muevo, me quedo quieta prestando atención al sonido y así me duermo: con su respiración de banda sonora.

Me despierto bruscamente, como si alguien me estuviese llamando, pero no es así exactamente… Zack está parado en el umbral de la puerta y se asombra al comprobar que lo he descubierto, para disimular, entra rápidamente en la habitación, secándose el pelo con una toalla y con otra atada a la cintura. Abre la persiana y acto seguido, el enorme ventanal, haciendo que entre un viento madrugador muy frío cargado con olor a millonetis y a soberbia, me enredo entre las mantas y miro con mala cara al causante de mi sensación de frío antes de hundir mi rostro en la almohada.

-¡Buenos días, Princesa Durmiente!

-Haz el favor de vestirte, parece mentira que tenga que repetírtelo.- Le digo desde mi escondite, recordando sus palabras de la noche anterior. “Qué falsa eres, Melanie” pienso, y es que ¿a quién no le gusta despertarse con esas vistas? El asesino que ha eliminado minutos antes el calor que me abrazaba durante mi sueño se propone hacerme el peor (y mejor, a la vez) despertar de mi vida y me separa de las sábanas, estirándolas hacia atrás. Me quedo hecha un ovillo y sigo con la cara hundida en ese gran invento del ser humano que es la almohada.

-A eso voy, lista.- Dice abriendo un enorme armario corredero que yo antes pensaba que se trataba de un simple espejo, pero que esconde metros y metros cuadrados de ropa.

-¿Por qué me has despertado?- Le pregunto incorporándome y frotándome los ojos.

-¡Te has despertado tú sola! Yo ya llevo dos horas despierto y me empezaba a aburrir.

-Eres cruel…- digo con un susurro.

-No…- Dice con su conjunto recién elegido y sacudiéndome el pelo- Alguien te está esperando abajo.

Eso no solo despierta mi curiosidad sino también a mi propio ser y me levanto de un salto. Bajo las escaleras de caracol mientras él se dirige al baño para terminar de arreglarse. Salto los últimos tres escalones cual saltamontes y me dirijo corriendo al salón. Allí me encuentro con una mujer con la belleza de reina gótica y rostro de porcelana: Adrienne. Está sentada en la mesa central del salón con una taza en la mano.

-Hola, Melanie.


-Buenos días, Adrienne. – Un impulso maduro y racional casi me hace pedir disculpas por el numerito de ayer tarde pero ¿acaso no fui yo la atacada?

-Melanie, solo quiero decirte que yo no opino como Joseph dijo.

Me quedo callada mirando por la enorme cristalera con la que cuenta el salón, no es que esté evitando su mirada o la conversación, es que simplemente no sé qué decir.

-Pero tampoco quiero ser una madre para ti, ni siquiera una madrastra. Seguiré siendo la mujer de tu padre cuando vuelvas a casa, solo eso.

-No puedo volver como si no hubiera pasado nada, Adrienne. No puedo cruzarme con Joseph en los pasillos y fingir que lo que dijo lo he soñado, me gustaría hablar con él antes de regresar.

-Me parece bien, va a estar una temporada larga en casa encerrado, Billie lo ha castigado.

“Bien, papá” No hay mejor manera de arreglar las cosas con Joseph que con un castigo a raíz de nuestra discusión. ..

Zack baja justo cuando mi conversación con Adrienne ha terminado, ambos la despedimos y el chico me pregunta qué deseo hacer.

-¡Qué educado! ¿Has salido de la Edad Media?


-En realidad vengo del futuro.


-Mira, como el detergente.

domingo, 2 de mayo de 2010

Capítulo 9

-Gracias, Melanie.- Me abraza.- Y, por cierto, Joseph me ha dicho esta mañana que te odia.
Ambos reímos: ese dato yo ya lo sabía pero me había empeñado en buscar una explicación que justificara sus motivos, una explicación racional, quiero decir, no una simple razón idiota e infantil.

En cualquier caso, la repulsión de Joseph hacia mí se dejó notar al día siguiente.

Es por la tarde, yo estoy esperando a Zack porque habíamos quedado para ir a comprar un diccionario a una librería y quería que le aconsejase, pues bien, me encuentro en el salón sola, tumbada en el sofá intentado no quedarme dormida cuando oigo la voz de Joseph despidiéndose por teléfono de alguien y cómo se dirige a la cocina para colgar y, acto seguido, el timbre de la casa. Y la mala suerte, esa vieja amiga mía, con la que hacía tiempo que no me topaba, quiso que fuera Joseph a abrir la puerta. Por supuesto, el señor Merrick se encuentra allí, me levanto rápidamente al oír a Zack preguntar por mí.
-Lo siento, no está.- Contesta Joseph cerrando la puerta.
Me quedo observando cómo se gira para subir las escaleras, sin importarle lo más mínimo lo que le acaba de hacer no solo a mí, sino también a Zack. Abro la puerta de golpe, empujando al niñato.
-Sí, sí que está.- Le contesto a Zack bruscamente.
-No, creo que no.- Dice él, volviendo a cerrarle la puerta al tío más perfecto del planeta.
-¡¿Pero a ti qué coño te pasa?!- Le digo abriendo la puerta de nuevo, Adrienne sale de su sala de trabajo con cara de preocupación, también oigo los inocentes pasos de Jacob bajando las escaleras.
- ¿De verdad te crees que perteneces a esta casa o que tus amigos tiene algún derecho a venir aquí? ¡Nosotros no tenemos la culpa de que Billie se olvidara de ponerse condón!
Me duele lo qué ha dicho, me duele cómo lo ha dicho, me duele que lo haya dicho delante de Zack y me duele más aún no saber cómo contestarle. Noto cómo mis mejillas comienzan a arder y cómo unas lágrimas amenazan con salir y descubrir a todos que sus palabras han sido como escupitajos humillantes.
Joseph!- interviene Adrienne escandalizada.
-No, mamá, deja la hipocresía, sé qué opinas como yo.

Y ahí queda el límite, esa frase es la línea tras la cual me derrumbo y me doy cuenta de que, en realidad, todo lo que he hecho, todo el tiempo que he pasado allí, ha sido un error: no debería haber ocurrido, no debería haber salido de España, fue una acción egoísta: intenté arreglar mi vida a cambio de molestar la de una familia feliz que vivía en Oakland sin ninguna otra preocupación que la de vivir sus vidas.

Salgo de la casa llorando, no me importa ya lo qué piensen en esos escasos segundos que ha durado la discusión he decidido que volveré a España, no quiero quedarme más: las miradas de odio de Joseph las podía soportar cuando aún no sabía de verdad sus motivos, pero ya no. Esquivo a Zack en la entrada, recorro el jardín y oigo a Jacob enfrentándose a su hermano.
-¡Qué te peten, Joseph!
Oigo sus pasos detrás de mí y echo a correr, no puedo soportarlo. “No, Jake no, por favor” podría decirle que me voy a cualquiera menos a él. Sigo corriendo por las calles, las lágrimas no me dejan ver a dónde voy y acabo en una pequeña elevación de la playa desde donde se ven a todos los bañistas, me siento en la arena bañada por el sol y un viento gélido.

No puedo evitarlo, durante los escasos minutos que estoy allí solo pienso en una cosa, en alguien. En alguien que ha sido siempre mi mayor apoyo en momentos de debilidad. Jugueteo con el Iphone en mis manos y el seleccionador se para en un contacto: Nico. Una llamada a España resultaría excesivamente cara, pero la necesito tanto…
En ese momento Zack se sienta a mi lado, sin decir nada, no sé cómo ha conseguido encontrarme antes que Jacob. Él mira fijamente al horizonte, justo donde se funden el cielo y el mar.
-¿Cómo me has encontrado?
-Con el coche.

Asiento y nos perdemos ambos en un mar de pensamientos propios mientras la brisa nos hiela hasta las entrañas.
-¿Qué harías en mi situación, Zack?-Se vuelve hacia mí y tarda un rato en contestar durante el cual no cortamos el contacto visual.
-Yo no quiero que te vayas, Melanie.
-No es eso lo que te he preguntado.
-Te fuiste de España para escapar de un problema y aquí te has encontrado con otro, hagas lo que hagas los problemas van a seguir en tu vida, Melanie. Y no puedes huir toda tu vida.

Tiene razón, de hecho, fui afortunada: yo tuve la opción de huir, opción que muchos no tienen.
-Pero no sé cómo enfrentarme a esto.- Se me quiebra la voz.
-Ahora mismo hay alguien dentro de mi coche estaría encantado de ayudarte con esto.
Miro hacia atrás, donde está aparcado el BMV de Zack, en el asiento de copiloto está sentado Jacob, cuando mi vista se posa en él, sonríe, Zack le hace una seña con el brazo para que venga hasta nosotros. Se sienta a mi derecha y así quedo abrazada con la presencia de ambos.
-No le des importancia a lo de Joseph, Melanie.- Dice él.- Mamá está muy disgustada con él y papá… uff… cuando se entere papá correrá la sangre.
-No se merece que le regañen, Jake. Ha sido el único sincero.
-¿Quieres sinceridad? Vale, Joseph, está celoso. Celoso de que papá te tenga tan en cuenta, celoso de que Adrienne quisiera que te sintieses como en casa cuando llegaras y celoso de que cuando pienso en ti, la palabra “hermana” aparezca en mi mente.

Mi corazón da un vuelco al oír la última frase. Le doy un abrazo de agradecimiento a mi hermano.
Zack nos lleva a casa en su coche, pero me niego a pasar, es cierto que ambos me han convencido para quedarme, sin embargo, no estoy lista para enfrentarme a ello. A Zack se le ocurre una solución:
-Puedes pasar la noche en mi casa, por lo menos hasta que se calmen los ánimos en casa de los Armstrong.
Me despido de Jacob que le pide a Zack que cuide de mí y que me traiga de vuelta.