sábado, 23 de octubre de 2010

Capítulo 35

Me despierta la alarma del móvil de Jake, la noche anterior quedamos para ir temprano al gimnasio. Me despejo un poco y me giro en la cama, Jake está de espaldas a mí, le rozo suavemente, anunciándole que ya es la hora, me responde con un ronroneo, dándome a entender que no va a abandonar su acogedora cama por una dura sesión de gimnasio.


Me levanto, me sorprende que Josh no esté en la cama pequeña, tampoco le veo en el salón ni en la terraza. Por el momento, no me preocupa, sé lo independiente que puede llegar a ser Joseph a veces.

De nuevo, el mapa de este espectacular lugar vuelve a hacer mi más fiel compañero, el gimnasio se encuentra en la tercera planta, no está demasiado oculto y gracias a su poca timidez, no me resulta difícil encontrarlo. Me siento orgullosa de haberlo hecho tan rápidamente, pero me siento aún mejor cuando veo la compañía con la que contaré durante la sesión. Tom está en una de las bicicletas estáticas. Durante unos instantes la atmósfera del recinto se me hace más brumosa y pesada, si cabe… Me coloco en una cinta en una posición estratégica para que mi vista choque inevitablemente con su presencia. Selecciono la marcha 3.

A la media hora ya estoy cansada, no quiero forzarme más o acabaré tirada en el suelo cual botella de cerveza tras pasar por las manos de Joseph. Apago la máquina y voy en busca de las duchas.

Era un buen plan, sí, sí lo era, pero me ha salido mal: no encuentro las duchas y la gente empieza a mirarme extraño… Deambular por el gimnasio no es lo más normal del mundo, Paris Hilton lo hace, por lo tanto, no es normal.

Me dirijo a mi habitación, pero no me parece muy higiénico hacerlo por ascensor, así que las escaleras de emergencia cumplirán su misión hoy; subo con emergencia los 17 pisos exhausta, en parte por el ejercicio, en parte por él.

Sé que no me encontraré con nadie a estas horas por las escaleras: los jubilados habrán madrugado para coger los mejores sitios a orillas de la playa, los padres/madres de familia estarán lidiando con los pequeños, los jóvenes y adolescentes seguirán durmiendo presas de la resaca. Tiendo a la generalización, la culpa es del eterno ascenso hasta mi planta vigésima que me hace pensar cosas que no tienen la mínima importancia, pero con estas mínimas cosas se descubre lo importante de la vida.

Piso 20 al fin, es difícil de creer, pero sigo viva, puedo decir, y digo, que los 17 pisos en escaleras han sido mucho más duros que los treinta minutos de cinta.

En mi habitación no hay nadie, apenas hay rastro de que Joseph haya pasado por aquí ¿debería preocuparme? No, debería ducharme, Josh ya es mayorcito.

Sin embargo, en mitad de mi baño oigo ruidos en la habitación: el cerrar de la puerta; obligo a mi corazón a latir a su ritmo y no delatarme a la vez que fuerzo a mi cerebro a llamar a su compañera la lógica últimamente olvidada: no parece haber sido forzada por la fuerza. Trago saliva, es un hotel de 5 estrellas ¿acaso va a poder entrar cualquiera con tan solo desearlo? Esto no es Neverland, Melanie.

-¿Quién es?- Pregunto con seguridad, pero el miedo queda oculto en el signo de interrogación.

-Yo.- Contesta una voz parecida a la de Josh.

-¿Qué yo?


-No me jodas, Mel.

De acuerdo, es Joseph, su hermano pequeño nunca me hablaría así.

Al salir del baño, Joseph duerme en la cama que horas antes había rechazado, bocabajo y con los labios entreabiertos. Consigo sonsacarle que la familia ha ido a desayunar al completo, o casi, ya que faltamos nosotros.

Tras una ligera consulta al mapa descubro que el restaurante está en la primera planta y allí me dirijo, esta vez por ascensor. Se ilumina el botoncito del 1, pero el muy traidor se para en el 3.

El traidor pasa a amigo en lo que tarda en abrir sus puertas: Tom aparece tras las mismas, él sí parece haber encontrado las duchas, lleva el pelo mojado y ropa limpia. Entra en el ascensor y me dedica una sonrisa, bueno, en realidad se la dedica a todo ser, animado o no, que quiera apreciarla.

-¿Subes?- Dice mirando el panel de los pisos, cuando se da cuenta de que en realidad bajo, exclama un “oh”, se disculpa con la mirada y empieza a retroceder.

-No, no… en realidad subo.- Pulso el número 30, el último piso de todo el hotel.

Mi acompañante parece algo confuso pero vuelve a sonreír y se coloca enfrente mía, con la bolsa de deporte entre sus pies. No ha pulsado ninguno concreto, por lo tanto, él va al 30, genial, a ver cómo improviso ahora. Por suerte, mi experiencia con Zack me dio en su día una valiosa lección y vuelvo a reclamar la presencia de la lógica por segunda vez en el día.

Descarto el tiempo y la hora como temas de conversación, quizás lo más sensato sea actuar como una fan más… 17,18. Una fan más, decidido. 20, 21,22. Pero nada de histerismos. 24,25…

-Tom.- Al oír su nombre, levanta la cabeza y la apoya contra la pared del ascensor, cierra los ojos y sonríe. No sé cómo interpretarlo, pero la verdad es que me deja bastante minada.- Perdón, no quería…

-Tranquila…- naja su mirada hacia mí.- Dime.


-No, en serio…

Empieza a reírse muy dulcemente.

-¿Quieres algo?


-¿Un autógrafo?- aventuro.

-Por supuesto.


-Si no es molestia…- añado rápidamente.

-No te preocupes.

Salimos del ascensor, en la última planta, como en cualquier hotel, se encuentran las suites. Tom va hacia la puerta que se encuentra al final del pasillo. Entra. Espero algo incómoda en el pasillo cuando su voz reclama mi presencia.

Si la habitación compartida con Jake y Josh ya me parecía grande, la suite de Tom es prácticamente enorme. Creo que mi apartamento de verano español podría caber en su ducha. Por supuesto, es muy triste (si no patético) tener una habitación tan grande para una sola persona. Giovanna está allí. La chica se encuentra en el vestíbulo de la habitación, enfrente del espejo, sentada en un taburete mientras se cepilla el pelo. Cuando me oye entrar, se gira hacia mí y esboza una sonrisa sincera. Su novio intenta presentarme vagamente desde algún lugar de la suite.

-Gi, esta es… una amiga… que subía en el ascensor…


-Soy Melanie.


-Encantada.- Dice levantándose para saludarme.

-Ha venido a por un autógrafo… cariño ¿tenemos bolis?


-Hay uno en la mesita, al lado del teléfono.

Giovanna me lleva literalmente hasta el dormitorio. Me siento incómoda, como si invadiera su intimidad y no me gusta. Tom ha encontrado el boli, lo prueba en el papel, pero nada. Parece que los hoteles ponen los bolígrafos caducados a propósito para que no los roben, ni el más pijo de los pijos se libra.

-No funciona.


-No importa… quizá en otro momento- creo que ya he interrumpido bastante.

-Espera- Giovanna desaparece un momento y vuelve con un lápiz de ojos en la mano- sé que no es lo mismo pero…

Le entrega a Tom el lápiz. Garabatea durante unos instantes y luego dobla el papel por la mitad, me lo entrega y devuelve el lápiz a Giovanna.

-Gracias, muchísimas gracias a los dos, siento las molestias.


-Ha sido un placer.- Sonríe Tom.

Lo mismo digo.- Añade Giovanna.

Salgo de la habitación eufórica, pero no es hasta el ascensor cuando desplego la hoja que me firmó Tom, reza así:

“Para Melanie, que nadie te haga subir cuando lo que de verdad quieres es bajar (Ni siquiera Tom Fletcher). Un Saludo.”

XoXo

Tom.

La doblo lentamente de nuevo y sonrío. Bajo al 1.

Llego al restaurante justo cuando el almuerzo familiar viraba su conversación hacia el miembro masculino ausente:

-Creo que no ha dormido en la habitación- comenta Jacob untando un panecillo de mermelada.

-¿Debería llamarle?- pregunta Adrienne mirando a su marido.

-Bah… cuando se le acabe el dinero volverá a dar señales de vida…


-¡Billie, por favor, es tu hijo!


-Estará bien, cariño, tranquila.

-Está durmiendo en la habitación. – digo tomando asiento al lado de Jacob. Billie me señala mirando a Adrienne como si yo fuera el elemento que acaba de responder una duda trascendental de la filosofía, dándole la razón.

-¿Te ha dicho dónde ha estado?- pregunta Billie, niego con la cabeza.

-¡Este hijo tuyo me va a oír!- exclama Adrienne levantándose de la mesa.

Mamá!-La llama Jacob. Por un momento mi ingenua menta pensó que iba a despistar a su Adrienne para ayudar a su hermano. Mente ingenua. Jacob le alcanza la tarjeta de la habitación a su madre. Miro a Jacob con desaprobación, con cara de “eso no se le hace a un hermano”, él se encoge de hombros y sonríe orgulloso de su acción.

Tras un escaso desayuno (durante el cual relato a padre e hijo mi aventura en el ascensor) tenemos diferente planes: podemos ir al spa del hotel, hacer turismo por el pueblecito de la isla, pero el plan más votado por todos es el de ir a un parque acuático.

Creo que no lo he mencionado nunca. Odio los parques acuáticos. Me dan miedo esos toboganes larguísimos y padezco auténtica fobia a los toboganes cerrados. Anuncio a los demás mi negación, Jacob berrea durante un buen rato hasta que su padre lo amenaza con irse sin él.

Acabo en la terraza de la habitación pensando qué hacer. Veo el mar cristalino y la brisa mece toda mi aura, también balancea suavemente la sombrilla. Alejo mi silla unos centímetros. Siento paz.

-Melanie.- La voz pastosa de Joseph me saca de i ensoñación.

-Buenos días al mediodía.- Le saludo contenta, él se sienta cerca de mí.

-Me has traicionado-dice entre triste y confuso, como si no quisiera creérselo. Le pido perdón y le explico que Adrienne estaba preocupada, no era mi intención cargarle un marrón.

-No importa… te perdono- hace una pausa- ¿Me has dicho dónde estaban los demás?

-Aún no… Han ido un parque de agua.- Pone mala cara.

-Odio los parques de agua.

sábado, 2 de octubre de 2010

Capítulo 34

A la una estoy en pie. Ducha, desayuno y me dispongo a bajar la maleta, es bastante grande, suficiente para una semana, aunque va un poco a reventar, solo un poco, si la tocas explota. La deposito con sumo cuidado en el vestíbulo de la casa. Jacob ya está allí, bañador y camiseta hawaianos a juego.


Lleva un sombrero. Es un buen sombrero, tiene una pluma.

Me fijo en su equipaje, tiene dos maletas del mismo tamaño que la mía.

-Vamos una semana ¿no?- pregunto asustada.

-Sí ¿no?

El resto no tarda en bajar. Al parecer, todos tienen algo que decir del atuendo de Jacob.

-Bonito sombrero, hijo.- Comenta Billie.

-Venga, no me jodas ¿qué mariconada es esa?- Añade Joseph.

Jacob no se inmuta y sigue luciendo modelito.

Hawaii es otro mundo, ¿qué digo otro mundo? Pertenece a otra galaxia. Y nuestro hotel, bueno, es como un escenario perfecto para rodar películas de lujo con protagonistas millonarios.

Los problemas comienzan cuando llegamos a las habitaciones, Billie y Adrienne comparten la habitación contigua a la nuestra. Joseph abre la puerta cuando la tarjeta nos lo permite, hicieron falta varios intentos. Es bastante amplia, tiene un pequeño salón con sofá de cuero y un plasma, creo que mis suposiciones sobre lo que hay bajo de la tele han de ser comprobadas ¿es eso el minibar? Solo hay dos camas, una es de matrimonio, he ahí el dilema.

-Esto tiene que ser una broma- dice Joseph malhumorado- bueno, a ver cómo nos apañamos.

-Yo lo veo claro- dice Jacob librándose del sombrero al fin.

-Yo también.- Añado. No puedo pedirles a ambos que compartan cama porque a la mañana siguiente no quedaría nada de ninguno y nos prohibirían la entrada en el hotel: la sangre se lava fatal, por lo que es obvio que Jake y yo compartiríamos cama y la pequeña velaría el sueño de Josh ¿no?

-Siempre que salimos tengo cama de matrimonio, necesito una cama grande, no pienso dormir ahí.

Tenemos un problema.

-¿Qué más da, Joseph? Si no quieres compartir cama, tendrás que aguantarte.


-Me parece humillante, voy a hablar con papá.

Sale de la habitación y da un portazo frustrado.

-Dormirá en la pequeña.- Dice Jake abriendo sus maletas.

Escasos segundos después, Joseph entra de nuevo en la habitación abatido.

-Dormiré en la pequeña.

Adrienne aparece más tarde para darnos unos panfletos, son las diferentes actividades con las que cuenta el hotel, así como un plano de los diferentes lugares en las que estas se localizan. Tenemos gimnasio, spa, playa, discotecas y cada día celebran una fiesta en la terraza del hotel con temática variada.

-Billie y yo nos vamos a la playa ¿queréis venir, chicos?

Vale!- Jacob no pierde el tiempo, ni si quiera a deshecho sus maletas.

Por supuesto, me apunto también, Joseph prefiere quedarse y organizar su causa. Igual intenta ampliar su espacio o ahogar su angustia en alcohol.

-Tengo las botellas del minibar contadas, no hagas ninguna locura- bromeo.

-Me ahogaré en el jacuzzi, no sufras... yo no lo haré.

Le revuelvo el pelo y salimos de la habitación, mapa en mano.

Estamos en el piso 20 de 30 por lo que el descenso en ascensor es bastante largo, nos entrega el tiempo suficiente para trazar una ruta segura y rápida hasta la sección de la playa que pertenece al hotel. Nos apoderamos de cuatro hamacas y corremos al agua, Billie a la cabeza.

Instantes después, Billie y Adrienne nos despedían para pasear por la orilla. Jacob y yo ocupamos nuestros asientos. Empieza a oscurecer, aún así, nos colocamos las gafas de sol. El trabajo de paparazzi es realmente despreciable, pero alguien tiene que hacerlo; Jacob se pone manos a la obra y comienza a comentar el paisaje como un profesional ante la final de la WorldCup.

-A nuestra izquierda está Zac Efron.


-Mmm… bien- aún así, no merece mi atención.

-El de allí lo conozco, es el ojito derecho de Dior.

Una criatura esculpida por el mismísimo Dios se baña a escasos metros de nosotros, sin embargo, su rostro no va acorde con su cuerpo perfecto.

-Bah… le falla la cara…


-Qué exigente eres.


-Compréndeme, después de Zack…


-Ya.

Pero, como algún sabio dijo y si nunca lo dijo, lo digo yo ahora; siempre está uno a tiempo de tragarse sus palabras. Por suerte, yo no tengo nada que tragar ya que no he llegado a acabar la frase, esto me da pie para otra teoría: no la cagas, no tragas. Alguien me roba toda la posesión de mi ser, mi consciencia y una ligera separación de mis labios. Estoy literalmente anonadada. Jacob se asombra también, pero por otro motivo.

-¿Ese? ¿Quién es? ¿Es famoso?


-Es Tom Fletcher.- Digo y con tres palabras respondo sus tres preguntas.

Acaba de salir del agua, recoge sus cosas que se encontraban en una hamaca cercana, lo que indica una única y maravillosa conclusión:

-¡Está en nuestro hotel!


-Tom Fletcher… me suena.

¿Le suena? ¿Cómo que le suena? ¿Cómo se atreve? Le veo alejarse en dirección al hotel y le relato a Jake una compleja y detallada biografía del sujeto.

-McFly…


-Ah… ya… Aún así, Zack es…

Sé lo que quiere decir, pero Jake no lo comprende, no puede entender lo que Tom es para mí. Si Zack era mi más idolatrado ser, Tom es la inspiración que me hace editar mi vida con más brillo y al máximo de saturación.

En la habitación, los chicos planean qué hacer esta noche. Estudian el planning que nos había entregado Adrienne. Hoy toca la fiesta hawaiana.

-Suena bien…- opina Jake.

-¿Qué? Suena a fiesta del orgullo gay, yo paso.


-¿Mel?


-Mmm… la verdad es que no me apetece mucho.

Finalmente todos nos quedamos en la habitación. Asaltamos el cuarto de estar y Josh se apodera del mando a distancia. Mi mente intenta prestar atención pero un 60% de ella todavía sigue en la playa, reviviendo el momento en el que Tom salía del agua una y otra vez, otro 30% se pregunta dónde estará su habitación y un 10% se divierte escuchando los comentarios de los hermanos mientras vemos un programa de tele-tienda de productos eróticos.