Estamos aterrizando, trago saliva, una batidora empieza a hacer su papel en mi estómago, siempre me pasa, siempre que me pongo nerviosa mi estómago se hace puré, por eso necesito unas pastillas, recuerdo este detalle… espero que mi madre las pusieras en alguna de las tres maletas…
Llueve. Sí, en California, en plena Hurlington Beach, está lloviendo. Supongo que esa es la forma que tienen los Estados Unidos de América de darme la bienvenida. Bien empezamos…
Salgo del avión y recorro un pasillo interminable hasta alcanzar el auténtico aeropuerto. Allí está Adrienne, como una más, bueno no como una más, tiene la belleza típica de una mujer-Tim Burton. Lleva unas gafas de sol oscuras y va vestida completamente de negro, me acerco a ella y me sonríe, le hace una seña al hombre que iba con ella y me acompañan a recoger mis maletas.
Cuando llegamos al coche, el hombre carga las maletas y nos abre la puerta, ocupa el asiento del conductor y allá vamos. Adrienne no ha dejado de sonreír en ningún momento, me pregunta por el vuelo.
-Muy largo, estoy un poco mareada.- Como si la causa de mis arcadas fueran las turbulencias del aterrizaje.
-Descansa cuando llegues.
No me dice nada más durante todo el viaje, el coche avanza por las lluviosas autopistas rápidamente. Adrienne mira por su ventanilla y yo hago lo propio, es un viaje largo algo más de una hora hasta llegar a la casa durante el cual mis nervios no han cesado.
El hombre, muy educado nos vuelve a abrir la puerta, estamos en una urbanización de lujo y no puedo evitar preguntarme quién vivirá en las demás casas de alrededor. El coche para delante de un chalet enorme que podría ser calificado fácilmente de mansión sin ser discriminado por la RAE. La miro y me siento peor, Adrienne me empuja suavemente para que entre primero, abre la primera puerta que da a un enorme jardín lleno de trastos: casita del perro, bicicletas, un quad… No se privan de lujos. Llegamos hasta la puerta principal, rectifico, “las puertas” son dos, la dueña de la casa abre una y me invita a pasar al mismísimo paraíso terrenal. Nada más el vestíbulo daría envidia a la mismísima Capilla Sixtina. Oigo voces desde una puerta a la derecha ¿el comedor?
Adrienne avisa a sus hijos abriendo la puerta. Vienen los dos rápidamente: Joseph y Jacob, a ellos también los he visto antes en fotos. Joseph me mira intentando disimular la cara de pocos amigos, Jacob parece indiferente ante el hecho de que alguien nuevo haya llegado a su casa, como si sucediera todos los días. He de reconocer que Joseph, de 15 años, me asusta un poco, quiero decir, parece que vaya a echarme patadas de su casa en cualquier momento. Sin embargo, Jacob, de 13, parecía tan cute.
Adrienne me enseña la casa rápidamente, intento almacenarlo todo en mi memoria pero es un gran laberinto de pasillos y no estoy segura de poder encontrar la cocina a la mañana siguiente. Por fin llegamos a mi habitación, es simplemente perfecta, hay una cama doble y un escritorio enfrente con un Apple blanco apagado. El armario también parece enorme, pero está vacío. Mis tres maletas ya están allí. Me quedo embobada con la ventana, es perfecta llega hasta la altura de las rodillas y tiene un pequeño escalón a la misma altura en el cual me puedo sentar y ver desde allí (aparte de la casa de enfrente) la playa… ahora no se ve muy bien por la lluvia, pero eso hará que no eche tanto de menos mi otra vida… Parece que sea una fugitiva de la mafia rusa, por el amor de Dios. Me despido de Adrienne y le doy las gracias por todo. No puedo evitar centrar mi vista en la pared que hay encima de la cama: una gran bandera de los Estados Unidos colgada, con una pequeña tarjetita enganchada con una chincheta. La cojo, es de Billie.
Bienvenida, espero que te guste la habitación. Descuélgala si quieres o quémala, eso sí, dentro de casa o tendrás problemas… Buena suerte!
Enciendo el i-Phone de nuevo, tengo que llamarle, pero antes, descuelgo la bandera: espero que algún día USA me dé un buen motivo para colgarla. En seguida oigo la voz de mi padre.
-Hola! qué tal has llegado?
-Perfectamente, pero estoy cansada creo que voy a dormir un rato.
-Ok, ¿qué tal con los chicos?
-Aún no estoy segura, pero creo que bien.
-Te encantarán.
-Seguramente- miento.
Nos despedimos, son las cuatro de la tarde, aun así me quedo durmiendo con tan solo el contacto de las sábanas de aquella cama.
...segundo comentario...
ResponderEliminarmmmmm...me he fijado en una cosa que me gusta que haces cuando escribes y es que haces alusion a elementos cotidianos de hoy dia. has usado la RAE, el Iphone, el Apple...y en el capitulo de antes también algo has usado. Eso da realismo al texto y me gusta bastante...^^Me he quedado con las ganas de que alargaras un poco el capítulo, pero bueno...seguire leyendo^^